Anika entre libros

contra la felicidad. en defensa de la melancolía

Ficha realizada por: Patricia Tena

Título: contra la felicidad. en defensa de la melancolía
Título Original: (against happiness: in praise of melancholy)
Autor: Eric G. Wilson
Editorial: Taurus


Copyright: 1ª edición, abril 2008
© Santillana Ediciones Generales, S.L, 2008 ISBN: 978-84-306-0661-0
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Argumento:

El 85% de estadounidenses aseguran que son felices. Eric G. Wilson repasa algunos acontecimientos históricos que le hacen sospechar que eso no puede ser cierto.

Él declara estar harto de la felicidad americana que intentan imponerle: “píldoras y libros de autoayuda para conseguir una vida sin problemas”. Así que se plantea una interesante pregunta: ¿Quién ha dicho que debemos ser felices? ¿Acaso la melancolía no es un estado de ánimo igualmente legítimo?

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Opinión:

El autor, Eric G. Wilson, ya ha publicado cinco libros relacionados con la literatura y la psicología, y a pesar de que maldice los libros de autoayuda, no deja de resultar paradójico y, cuanto menos, gracioso, que el suyo se incluya en las librerías dentro de esta categoría.

Como él mismo apunta, erróneamente se suele confundir la melancolía con la depresión. Según su teoría, ambas son formas de tristeza, pero mientras la depresión produce “apatía y un letargo que se aproxima a la parálisis absoluta”, la melancolía es más bien un sentimiento de inconformismo que “desemboca en un cuestionamiento activo del presente, en un deseo perpetuo por crear nuevas formas de ser y de ver”.

Una vez aclarados los términos que pudieran provocar confusión, el autor prosigue a explicar cuál es al principal razón por la cual está en contra de la felicidad que parecen imponerle desde todos los ámbitos: sencillamente no puede creer que, teniendo en cuenta el problemático contexto histórico en el que vivimos, alguien pueda considerarse muy feliz: el cambio climático, el terrorismo, las guerras, la amenaza de una Tercera Guerra Mundial, la extinción de numerosas especies animales… son sólo algunos ejemplos; además de un suceso que considera crucial y a la vez paradójico: la incomunicación en plena era digital. “Tenemos más probabilidad de relacionarlos con los píxeles que con las personas…En realidad, tratamos nuestra máquina como si fuera un órgano y nuestros órganos como si fueran máquinas. Nuestro ordenador puede ser más accesible, le puede entrar un virus. Nosotros podemos conectar o no con los demás y procesamos ideas”, lamenta en un momento del libro.

Para reforzar su teoría, Wilson asegura que la melancolía es necesaria para cualquier cultura próspera y que sirvió (y sirve continuamente) de inspiración para los grandes artistas. Ahí van unos cuantos nombres indiscutibles: Herman Melville, Sylvia Plath, Tom Waits, Jackson Pollock, Edward Hopper, Mark Rothko, el primer Bruce Springsteen con su Nebraska, Joni Mitchell, Ernest Hemingway, Vincent Van Gogh, Edvard Munch, Virginia Woolf, John Keats o Beethoven. Wilson sólo profundiza en sus biografías en un par de casos, y es una pena, ya que considero que es uno de los capítulos más interesantes y que debería haberse desarrollado más para reforzar sus teorías.

Esta defensa de la melancolía empieza fuerte, pero una vez leídas las primeras páginas, esa fuerza va decayendo y las ideas repitiéndose. El ensayo no es excesivamente extenso, pero su lectura provoca cierta sensación de reiteración, como si finalmente el autor se quedase sin argumentos y acabase reincidiendo en lo que ya ha dicho.

Mi conclusión es que la melancolía es un estado de ánimo legítimo y no necesariamente negativo. Un lugar en el que se puede permanecer un tiempo, pero no quedarse demasiado. Aunque, al final, siempre hay que encontrar algo a lo que aferrarse y que nos devuelva la ilusión y la creencia de que, a pesar de lo caótico de nuestro mundo, siempre merece la pena ser feliz. O sino, qué menos que intentarlo.

Patricia Tena

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