Anika entre libros

que empiece la fiesta

Ficha realizada por: Patricia Esteban Erlés
que empiece la fiesta

Título: que empiece la fiesta
Título Original: (che la festa cominci, 2009)
Autor: Niccolo Ammaniti
Editorial: Anagrama


Copyright: © Niccolò Ammaniti, 2011
© Anagrama, 2011
Traducción de Juan Manuel Salmerón
1ª Edición, Mayo 2011 ISBN: 9788433975614
Etiquetas: autores comedia escritores humor italianos literatura italiana sátira

Argumento:


Se celebra una fiesta en la mansión de un nuevo rico, el constructor Sasà Chiatti, quien ha comprado uno de los jardines más conocidos de Roma, Villa Ada, para erigir en él un mundo carnavalesco y rendirle culto a su propio ego. A esa fiesta va a acudir en calidad de invitado un célebre escritor, cuya carrera se encuentra estancada por un inoportuno bloqueo creativo. También se autoinvita un saboteador, el líder de una tragicómica secta diabólica, Oriolo Romano, dispuesto a cometer una matanza sin precedentes entre los miembros de la élite italiana que dé a su grupo, las Bestias de Abadón, la popularidad que necesita cualquier seguido de Satán si quiere ser tenido en cuenta por la sociedad de su tiempo. En paralelo se nos irán contando los días previos a la celebración de ese festival de vanidades, falsos afectos y lujo desmesurado, así como los motivos que llevan a cada uno de los dos personajes a asistir al evento, el desarrollo imprevisible de este y el inesperado desenlace.

Opinión:


El comienzo de la lectura de esta novela de uno de los jóvenes autores italianos mejor considerados por crítica y público, no pudo ser mejor. Ammaniti consigue un arranque realmente bueno en su libro, un principio que nos arrastra y nos hace reír continuamente, sobre todo cuando incide en el desarrollo psicológico de los dos personajes principales, el escritor guapo y talentoso, pero bloqueado por el éxito, y el desgraciado vendedor de muebles tiroleses que se salva de su monstruosa rutina gracias al papel de líder de una secta diabólica que ejerce cuando concluye su jornada laboral. Tanto uno como el otro, antitéticos, ridículos y entrañables a su modo, nos convencen, se muestran como criaturas de ficción a las que apetece acompañar en este viaje a bordo de una nave de los locos moderna, la fastuosa mansión que el constructor Chiatti, nuevo rico venido a más gracias a trapicheos y especulaciones, posee en el antiguo jardín romano de Villa Ada, una de las bellezas más simbólicas de la ciudad cuna de la civilización occidental y que ahora es tan solo uno de los bienes que un hombre rico, sin escrúpulos, puede adquirir y destruir por puro capricho a lo largo de una interminable noche de celebración.

Hasta aquí, la novela me había atrapado, como he dicho. Hilarantes son las páginas de la improvisación de Fabrizio, cuando no se prepara el discurso de presentación de un honorable autor ganador del Premio Nobel que ha sido invitado a un homenaje en  Roma. O aquellas otras, en las que el pobre Oriolo funda a trancas y barrancas la secta diabólica con la que sueña aterrorizar al mundo y engrandecer el territorio de las tinieblas… Lamentablemente, ese nivel de ingenio y captación de una realidad que puede ser distorsionada hasta la caricatura no se mantienen en el desarrollo de la segunda parte, ahí donde se exponen los pormenores de la fiesta y se pasa lista a la nómina de invitados, la red de relaciones existentes entre ellos, las cacerías organizadas por Chiatti, con el boato y la hipocresía como tonos predominantes de un sarao absolutamente descabellado. Era difícil, desde luego capear ese tramo narrativo con el mismo sentido del humor chispeante, y muy ambicioso el fresco de la sociedad contemporánea italiana (por otro lado tan espeluznantemente parecida a la española) que se había propuesto dibujar  el autor. De ahí mi opinión de que la novela vaga a la deriva a partir de esa segunda sección y naufraga de manera irrevocable en la tercera, cuando los personajes histriónicos de la secta van a dar en antihéroes trágicos y el absurdo y el exceso se apoderan de todo.

La metáfora que Ammaniti quería construir, con Villa Ada convertida en símbolo de la ruina de algo muy bello y poderoso que cae en manos de un ser brutal, incapaz de entenderlo, de disfrutarlo y cuidarlo como una herencia de la que todos somos responsables, queda de este modo desenfocada, y al lector, o al menos a esta lectora, le deja la sensación de haber estado a punto, solo a punto, de leer una gran novela sobre el monstruoso ser humano contemporáneo.  

Patricia Esteban Erlés

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