Piense y hágase rico

Opinión:

"Piense y hágase rico" es una curiosidad bibliográfica. Con casi noventa años de antigüedad, más de cien si contamos el periodo que el autor pasó recopilando información y entrevistándose con cientos de millonarios, es uno de los primeros libros de autoayuda empresarial que se hicieron virales mucho antes de que ese concepto existiera siquiera.

Cien años son muchos años, nuestra forma de pensar es radicalmente diferente, y más si nos percatamos de que se pensó en un país tan capitalista como los Estados Unidos (cuando se pone a desvariar sobre la perfección natural de ese sistema ve claramente ese pensamiento), donde cosas como la seguridad social y algunos derechos laborales eran bastante impensables. El autor publicó el libro tras el crack del 29, y en esa época se estaban viviendo cambios impensables para entonces: la electricidad (¡una de las personas que entrevistó fue Thomas Edison!), la producción en cadena (otro de sus referentes vivos fue Henry Ford), una revolución en los transportes, descubrimientos científicos extraordinarios...

¿Por qué hago énfasis en esto? Porque, en primer lugar, para el mundo actual occidental tendente al ateísmo, tiende al misticismo en muchas partes, hablando de la Mente Universal, la Inteligencia Infinita, el poder de la fe... Además, los ejemplos están desfasados en muchos casos, el autor es exageradamente patriótico, y alguna de las cosas que dice, vistas desde el prisma moderno, son una locura que te puede hacer reír y hacen perder credibilidad al libro. Desde sus afirmaciones sobre la trasmutación del sexo para alcanzar el éxito hasta su convencimiento de las capacidades del cerebro, entre las que se encuentra la telepatía.

Y, sin embargo, el libro sigue siendo valioso. Si ignoras los anacronismos y ese secreto que todos los libros de autoayuda afirman contener entre sus páginas (lo cual pone sobre el lector la responsabilidad, ya que, si no logra lo que propone el libro, es culpa suya por no haber desvelado dicho secreto), Napoleon Hill sí que da características y pautas comunes que tiene toda la gente de éxito, tanto de hace cien años como actualmente: ser persistente, tener un objetivo claro y planificarte para conseguirlo, conseguir conocimientos especializados, rodearse de un equipo maestro que te ayude a conseguir tus metas... También son persistentes las principales causas del fracaso, los miedos más comunes que nos impiden avanzar...

Todos esos consejos son tan válidos ahora como lo eran a principios del siglo XIX. Incluso se puede ver un paralelismo entre la crisis de entonces y la permacrisis actual, la gran cantidad de oportunidades que hay en el cambio y en el mundo de los servicios personales. Incluso da algunos toques de marca personal, aunque por supuesto no los desarrolla a los niveles actuales, ya que ese concepto no existía por entonces.

En definitiva, es muy curioso, con lecciones perfectamente válidas mezcladas con cosas que sí que están bastante desfasadas. Sería interesante que alguien tomara el relevo e hiciera una actualización, porque muchas cosas no han perdido validez.

Déborah F. Muñoz