Nueva York es una ventana sin cortinas

Opinión:

Si quieren saber de Nueva York desde una perspectiva inteligente, diferente a las guías turísticas convencionales, este es su libro. De la mano de Melville o Whitman, entre muchos otros, podrán conocer su pasado, su cultura, su pintura, música o literatura, su manera de ser, su vocación de ciudad-mundo como señala el autor. Porque como Cognetti señala acertadamente, esta ciudad es tan desmesurada como autónoma y aislada en su nación. Como una anomalía geográfica poblada de personas de medio mundo que han sedimentado durante décadas una forma de vida que les hace diferentes al resto del planeta.

Un libro que es muchos libros en uno, porque no es una guía de viajes, no es una novela, tampoco un ensayo erudito o sesudo, probablemente se aproxime más a una visión personal de alguien con una gran capacidad de observación que recorre sus calles para entender la lógica invisible que justifica sus fachadas, el trazado de sus calles, el aire que se respira, la selva de conversaciones y maneras de vivir la vida.

Te lleva de un barrio a otro, entendiendo los matices de sus diferencias. Gracias al beisbol, una cerveza, un párrafo de una vieja novela, el fragmento de una película ya convertida en clásica, un diminuto parque, un olvidado monumento periférico, un vecino anónimo o el puesto callejero donde venden un pretzel, todo parece ligarse de manera perfecta en un conjunto narrativo que consigue meterte en las calles de ese escurridizo Gotham desde la primera página.

Una ciudad universal tan joven como antigua, tan poderosa como fragmentaria, tan ilustrada como acogedora de las miserias más radicales, inteligente y a la vez pasivamente condenatoria de esas otras realidades del mundo, esas que separan, persiguen, critican o condenan.

Una población que para ser conocida exige fijarse en cómo visten, se miran, se hablan, se rozan, las millones de personas que la viven o visitan, alcanzando una magia única e irreproducible. Una ciudad de agua, luces, subterráneos, depósitos de agua, escaleras de incendios, hormigón y ladrillos, cristales y asfalto, como muchas otras urbes del planeta, que sin embargo se dota de una personalidad hipnótica y exclusiva.

El autor consigue su propósito gracias a recursos en absoluto tradicionales para entender una ciudad, especialmente esta que fascina de igual manera que sorprende. Cognetti demuestra inteligencia cuando comprende que Nueva York sólo se puede entender si se parte de su condición de ventana sin cortinas, ese hueco en la fachada que permite ver y ser observado al mismo tiempo, ese que deja entrar y salir la luz. Esta es de esas obras que hacen mejor a los lectores, porque les hacen un poco más sabios tras recorrer sus páginas.

Jorge Riet