Anika entre libros

modernidad y delirio. ciencia, nación escenarios de la locura

Ficha realizada por: Joseph B Macgregor
modernidad y delirio. ciencia, nación escenarios de la locura

Título: modernidad y delirio. ciencia, nación escenarios de la locura
Título Original: (modernidad y delirio, 2009)
Autores: Inmaculada Jáuregui Balenciaga, Pablo Méndez Gallo
Editorial: Escalera


Copyright: Primera edición: marzo de 2009 ISBN: 978-84-936397-6-1
Etiquetas: sociología

Argumento:


Finalista del Premio Topia de Ensayo 2008 .
 
En la modernidad, el antiguo régimen absolutista y autoritario es sustituido por un nuevo orden Ilustrado, racionalista y teóricamente más democrático o igualitario. Para garantizar la continuidad del nuevo Imperio de la Razón resulta imprescindible eliminar y reprimir todo aquello que vaya en contra de lo racional por lo que esa sociedad presuntamente liberal y democrática termina utilizando en nombre de la razón los mismos métodos represivos y totalitarios del Antiguo Orden que venía a sustituir.
 
En este Nuevo Orden todo lo que no entre dentro de lo racional (que no de lo razonable), debe ser eliminado de raíz. La religión tradicional – al no poder ser racionalizada y poseer además un alto componente evidentemente subjetivo-  es desplazada de su lugar de privilegio de base fundamental de la sociedad occidental por otras nuevas religiones: las drogas, el culto al cuerpo, el arte, los mitos, la literatura, las prácticas esotérico-espiritualistas, el chamanismo, la astrología, las practicas adivinatorias, la fascinación por lo oscuro o los fundamentalismos religiosos. Surge un tipo de religión privada, hecha a la medida de cada cual, que funciona como un producto más de consumo, sometido a la ley de la oferta y la demanda. Convertidos en fieles devotos del consumismo, vivimos en la falsa creencia de que cuanto más compremos y más tengamos más felices seremos y más sentido tendrá nuestra existencia. Los grandes Centros Comerciales adoptan el rol de Nuevas Catedrales a las que miles de devotos consumidores acuden en masa en busca de la felicidad.
 
Por otro lado, El Imperio de la Razón nos obliga a vivir en una nación homogénea de pensamiento único en la que no hay lugar para la diferencia. Lo normal es ser igual que el otro. Hay que acabar con la diferencia.  Como consecuencia de lo anterior, intentamos vivir concentrados y apiñados dentro de un mismo territorio en el cual no se permiten disidentes, ya que se consideraría una afrenta contra la tradición. Uno debe luchar – si quiere ser considerado un buen patriota - por conseguir una nación de iguales en educación, idioma, historia, leyes, prensa, aspiraciones… sin pensar que de ese modo, el hombre pierde su identidad por completo, encerrado en un espacio cerrado que no admite transformación alguna.
 
Por lo tanto, la modernidad parece estar sustentada en un delirio constante en el cual la ficción de un sistema tolerante, abierto y democrático es experimentada por todos nosotros como si fuera veraz.  El delirio se manifiesta tanto en cuanto vivimos como real semejante creencia  siendo cómo es pura ficción. Mientras tanto, el hombre moderno deposita toda su fe, como último recurso para sobrevivir en esta sociedad delirante e ilusoria, en una nueva religión basada en el consumo compulsivo, en la creencia ciega en una ciencia infalible y en el nacionalismo fanático y exacerbado.

Opinión:


En opinión de Inmaculada Jáuregui Balenciaga y de Pablo Méndez Gallo, tres son los elementos básicos y esenciales que fundamentan la modernidad: ciencia (o razón), nacionalismo y mercado (consumismo). Los autores parten de la base que estos tres elementos son consecuencia de un sociedad delirante en la que la religión tradicional ha sido suplantada por una fe ciega en la razón, el consumo y la nación y desarrollan esta tesis en cuatro bloques dedicados cada uno de ellos a aclarar conceptos o a explicar de qué modo ciencia / razón, mercado / consumo y nacionalismo se han convertido en señas de identidad de la modernidad.
 
Las diferentes argumentaciones expuestas con claridad meridiana por los autores a lo largo del libro me parecen bastante certeras ya que dibujan un panorama de la sociedad en la que vivimos, por lo que la tesis general del ensayo se me antoja bien fundamentada aunque marcadamente apocalíptica también, demasiado catastrofista y un pelín exagerada.
 
Estoy de acuerdo en que los ciudadanos que intentamos sobrevivir diariamente en la sociedad occidental estamos sometidos al Imperio de la Razón y que esto tiene muchos inconvenientes, que la uniformidad no es buena ni aconsejable, que es necesario e imprescindible no penalizar lo diferente, que no es de recibo que todos debamos tener un pensamiento o una opinión común sobre las cosas, que vivimos demasiado mediatizados y bombardeados con mensajes subliminales o no que nos dicen cómo tenemos que vestir, qué libros debemos leer y qué películas hay que visionar. Sin embargo, también pienso que precisamente es en la racionalidad la que nos permite reflexionar sobre lo que nos rodea y evitar el quedar del todo narcotizados. La razón es la que nos aporta el criterio para saber distinguir lo que es accesorio o prescindible en nuestras vidas y me gustaría creer que el ser humano, pese a todo, aún es capaz de pensar por sí mismo y de tener una opinión propia, un gusto personal o un pensamiento personal e intransferible sobre las cosas.
 
De igual modo, cuando el nacionalismo es algo que viene impuesto desde el poder político ciertamente es algo que limita al ciudadano impidiéndole ser diferente, igualándolo hasta tal punto con sus paisanos que puede llegar a perder sus verdaderas señas de identidad. Pero también es cierto, pienso yo, que precisamente son las características propias de cada nación las que nos impiden a todos ser absolutamente iguales al resto. Sentirse orgulloso de dónde uno es o vive no implica necesariamente una sociedad de individuos cortados todos por el mismo patrón. Uno puede ejercer de andaluz por la vida y no necesariamente tiene porque comulgar con el flamenco, los toros, la copla o cualquier otra manifestación folklórica o nacionalista. Eso sí, cuando el concepto nación se convierte  en sinónimo de fanatismo y provincianismo o intenta imponer a la fuerza o con las armas ahí si que pienso que el individuo deja de ser individuo para quedar integrado o confundido en una masa homogénea de clones uniformados.
 
Encuentro a faltar además en el discurso de los autores que aparte de diagnosticar el grave estado de salud que padece la sociedad occidental no nos ofrezcan además alguna solución o esperanza de cura o plantean algún tipo de solución alternativa. En ese sentido pienso que no se llega a aporta ningún tipo de estrategia para poder salir del letargo en el cual estamos al parecer todos inmersos. Así que uno termina el libro con muchas preguntas sin respuesta: ¿De qué modo podemos hacernos ateos de las nuevas religiones? ¿No consumiendo nada? ¿Debemos hacernos irracionales? ¿Volver a lo tradicional? ¿Ser más religiosos? ¿Volver la mirada hacia Dios?
 
Joseph B Macgregor
 

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