mientras agonizo

Opinión:

Ahora que por fin Mario Vargas Llosa ha recibido el Premio Nobel de Literatura, es una buena idea rescatar a otro premio Nobel (recibido en 1949), a quien el escritor peruano, además de otros colegas de generación y también premiados como Gabriel García Márquez siempre han citado como influencia. Y no es de extrañar, porque en Faulkner encontramos la originalidad en la forma, la profundidad en el fondo, el detalle en las descripciones, la naturalidad en los diálogos, la mezcla de tragedia y humor, y la inteligencia en la estructura narrativa. Al parecer, esta novela era una de las favoritas de su autor, que al igual que Gabo con Macondo, creó en el ficticio condado de Yoknapatawpha (basado en Lafayette, donde vivió) todo un universo literario en el que desarrolló varias de sus novelas más conocidas.

En este caso, “Mientras agonizo” es una novela compleja en su estructura y tragicómica en su género. La historia está contada mediante la técnica del monólogo interior, que el autor ya había ensayado en “El ruido y la furia” pero que en esta obra lleva hasta el límite, ya que todo el texto está escrito de esta manera, dividido en capítulos cortos titulados cada uno de ellos con el nombre de un personaje. Se trata pues de una obra coral, que exige al lector una atención y memoria constantes, ya que como ocurre con el pensamiento, muchas veces primero llega la idea y después el contexto de la misma. A veces hay que tener paciencia para saber sobre quién o sobre qué se está hablando. Además, hay que tener en cuenta que en el libro desfilan todo tipo de personajes diferentes, desde mujeres hasta niños, desde ancianos iletrados hasta personas con formación, y cada uno otorga su propia visión de la realidad. Todo ello dificulta en un principio la lectura, pero superados los escollos, y una vez nos acostumbremos a esta particular manera de narrar, uno descubre una novela fascinante, plagada de personajes perfectamente definidos, humanos, con un intenso mundo interior al que tenemos el privilegio de acceder en tiempo real.

A pesar de que se trata de una historia de desolación, muerte y rencores, de pasiones soterradas, pobreza, dolor y secretos encerrados (de humanidad en una palabra, vaya), descritos en ocasiones con una intensidad que nos trae a la memoria pasajes bíblicos y/o homéricos (como en el “Ulises” de Joyce, que también utiliza el monólogo interior, también hay referencias a “La Odisea”), la novela no está exenta de humor debido a la particular y grotesca situación de los personajes y a ese inverosímil viaje en carreta a través de Mississippi.

Recomendada pues para lectores avezados y neófitos valientes. Que se alejen de ella los fanáticos de la literatura rápida y los best-sellers facilones y aquellos que entienden que los libros sólo sirven para entretener. Porque “Mientras agonizo” es mucho más que eso. Su lectura es toda una experiencia que no dejará indiferente a quienes sean capaces de aceptar el reto del autor. 
  
Jorge Borondo