las crónicas de arborium 1. el bosque de los cuervos

Opinión:

Durante años he intentado recuperar la sensación que tuve la primera vez que me leí “La historia interminable”, con la saga de Harry Potter la rocé y, por suerte, con “El bosque de los cuervos” he conseguido ser otra vez una niña atrapada dentro de una historia maravillosa.

Todo es sensacional en esta primera entrega de “Las Crónicas de Arborium”. Lo primero que hay que destacar es que la labor que realiza Andrew Peters para crear este mundo roza la perfección, no se ha limitado a poner casitas encima de los árboles, ha creado una auténtica ciudad arbórea a más de mil metros del suelo, con sus autopistas, tuberías, carreteras, fábricas… un lugar de fantasía que fascina por la visualidad que transmite en sus descripciones, sinceramente impresionante, en especial los encuentros con los cuervos divinos. Si eso no fuera bastante crea también una mitología, ciencia y religión completas, de este detalle nos llamará la atención ver que todo son adaptaciones de nuestra realidad, así la Teoría de la Evolución vendría formulada por Darewin, hay un cuento que se llama Alicia en el país de las Alcantarillas y mil detalles simpáticos más. De esta característica no se libra el lenguaje porque los Dendranos (el pueblo de Ark) también tienen su versión de las expresiones más comunes, no es de extrañar que en Arborium no crean en cuentos de ramas, o que los arborescentes sean un incordio.

La historia es simple, un chico que descubre un complot para, no sólo matar a su Rey, sino para destruir todo el mundo que él conoce. En ese momento emprende la huída y ayudado de un amigo nos pasearemos por esta isla de fantasía a veces riéndonos, otras sufriendo, algunas emocionándonos, pero siempre impresionándonos.

Los personajes son una delicia: Ark, el protagonista al que vemos madurar a lo largo de la historia pasa por tantos estados de ánimo como sucesos le ocurren; Mucum su compañero de fatigas, es una mezcla de Sancho Panza y aquel Sam que no se separaba de Frodo en “El señor de los anillos”, pasa de ser un fanfarrón al que le encantan las peleas, al más noble de los amigos; Joe, el jefe de los vuelarraíces, es de una inocencia y bondad que nos dejará casi siempre una sonrisa en la boca; Flo, hija del anterior, es a la vez atrevida y natural; Shiv, la hermanita de Ark, es una niña traviesa y encantadora; y Petronio, el antagonista, es un ser odioso, repulsivo por momentos, un malo en toda la extensión de la palabra.

La estructura de la novela es muy original, alternando capítulos y protagonistas, asistiremos a lo que está pasando en un mismo momento en lugares diferentes, utilizando a Ark para explicarnos el funcionamiento y la vida de Arborium así como darnos detalles de porqué la civilización ha desaparecido tal como la conocíamos, y a Petronio para narrarnos todo el complot para destruir la isla y la vida de los ricos  del lugar. En un momento dado un tercer personaje se encargará de introducirnos en la mitología del lugar, Corwenna, la Reina de los Cuervos que, además, acaba por unir ciertos elementos que parecía que iban a quedar deslavazados pero que el autor introduce en el momento preciso.

La prosa es muy ágil, en ocasiones parece vibrar como el mismo bosque, de lenguaje claro y divertido, aunque en la parte de los vuelarraíces se vuelve un tanto complicada pues estos seres alteran sus sintaxis al hablar (aunque he de reconocer que cuesta poco acostumbrarse). Los momentos de tensión están reforzados sabiamente al interrumpirlos para pasar a otro plano de la historia, y la batalla final adquiere ciertos tintes épicos pese a la sencillez de las armas empleadas. Todo esto siempre envuelto con un mensaje ecologista, en el que la tierra cobra la importancia que se merece, según la tratemos, así nos tratará, capaz de darte la vida y de ser el instrumento final que te la quita.

Ante todo esto no puedo más que rendirme a la evidencia y alegrarme porque la literatura juvenil ha encontrado una de esas historias eternas que nos trasportan a un mundo imaginario independientemente de la edad que tengamos, leedla y me daréis la razón. Ahora sólo nos queda esperar que las siguientes entregas nos mantengan con la nariz dentro del libro hasta la última hoja (nunca mejor dicho).

Patricia Rubiera