La primera vez que maté

Opinión:

En "La primera vez que maté", de Gonzalo Jerez "El Selenita", nos encontramos con una novela negra de lo más atípica, tanto que quizás no encaje del todo dentro de este género ya que, entre otras cosas, desde el principio se sabe quién es el asesino.

Como un artista, un benefactor de la sociedad, un justiciero se define el protagonista de esta trama. Protagonista que, además, presume de su cordura, de su capacidad de análisis y de su sangre fría.

Con un principio que casi corta la respiración, y que si eres aprensivo revuelve un tanto las tripas, el asesino comienza relatándonos, en primera persona, cómo fue la primera vez que mató y cómo ha sido su doble vida desde entonces: periodista de día, asesino de noche. Sin embargo, se podría decir que en este caso se invierten los papeles, que su trabajo como periodista es un complemento, o extra, a su trabajo como asesino. No, no es que mate por dinero, es, simplemente que siente que matar es su principal obligación, su mayor contribución a la sociedad, aunque también éste sea su principal hobby porque, sí, disfruta matando, y mucho.

Ocho personajes le acompañan temporalmente en su narración, durante lo que dura un capítulo puesto que ese es el tiempo que tardarán en morir. El asesino, cual muestrario, nos 'deleita', o esa es su intención, con algunos de sus asesinatos más refinados, aquellos con los que más ha disfrutado bien por su preparación, bien por la justiciación para perpretarlos, dándose el caso de que en determinados casos te plantees de qué lado estás: del verdugo o de la víctima.

No obstante, no sólo de asesinatos vive nuestro protagonista, en el fondo busca darnos una lección de vida: si alguna vez has tenido una crisis existencial puede que hayas tenido que invertir dinero en un psicólogo, si nunca te has hecho las preguntas básicas que se plantean durante éstas, puede que el asesino de esta historia invierta su tiempo en ti con una cita especial. Por si acaso, ármate con un boli BIC, puede serte de utilidad.

 Sandra C. Jarén