la piel y los huesos

Opinión:

El prólogo, escrito por Raymond Guérin, habla de lo magnífico que es Hyvernaud como escritor debido -en parte- al tipo de testimonio que da (sin florituras, sin morbo…), y cuando empecé a leer el libro (capítulo "Pretérito perfecto") pensé que el tal Guérin había exagerado un rato largo, sin embargo más adelante, cuando pasé a los capítulos "Dando vueltas" y "Fingir" sospeché que tenía razón, que era yo quien se pasaba de exigente. Los otros capítulos siguientes no me gustaron tanto como estos dos, sin embargo Georges Hyvernaud, así como quien no quiere la cosa, suelta de vez en cuando frases magistrales, para enmarcar.

Además La piel y los huesos cuenta la historia que tantas veces hemos leído pero de otra forma. Testimonio directo, que no novela, está basado en la experiencia de Hyvernaud en un campo de concentración donde no había cámaras de gas, ni hornos crematorios, ni se hacía experimentos con ellos, y en cambio es un novela que sí sabe describir otra situación de aquella época del holocausto: el hombre vacío. Me explico: él y otros franceses conviven, comen, se cosen la ropa, discuten, hablan, reciben paté, pero también dejan de ser personas para convertirse en número, un número general que caga en compañía, que mezcla sus olores, que deja de tener no sólo privacidad sino también una identidad, que finge vivir para no aceptar su reclusión injusta porque ¿qué hacen ellos ahí? Son profesores, abogados, comerciantes, funcionarios… no tienen nada que ver con la guerra, y sin embargo acaban convirtiéndose en piel y huesos. En este sentido Guérin tiene razón, la forma en que Hyvernaud te cuenta cómo un hombre se convierte en nadie, es magistral. La forma en que Hyvernaud acepta esta locura, pone los pelos de punta, y ese capítulo donde él mismo reconoce que como profesor hizo lo mismo con sus alumnos que los alemanes que les "cuentan" y les llevan a rajatabla, estremecedora, porque ahí admite que cada uno hace su trabajo y que no hay buenos ni malos. La aceptación horrorosa del maltratado a manos de su maltratador.

Una novela para leer, donde no sufres leyendo sobre experimentos, cámaras de gas, torturas (sólo de soslayo) o crematorios, y sin embargo aprendes a entender porqué Hyvernaud decidió contar su historia: el hombre desposeído de si mismo, convertido en Nadie, forma parte de la Historia, pero la Historia no habla de los hombres, sólo da datos como fechas, estrategias, ganadores y vencidos, olvidándose de aquel que vivió la desesperanza para convertirse en piel y huesos, y perder su identidad, arrastrando el resto de su vida una experiencia traumática.

Por otro lado recuerdo que aunque estas 114 páginas son las necesarias para el autor, a mí me habrían sobrado algunas, porque lo que Hyvernaud quiere transmitir se resume perfectamente en tres capítulos y no creo que hagan falta más o que todos los capítulos escritos sean imperdibles (aunque sí algunas de las sentencias del autor, por lo que vale la pena leerlo enterito).