Anika entre libros

la península

Ficha realizada por: Héctor Pascual
la península

Título: la península
Título Original: (la presqu´île, 1970)
Autor: Julien Gracq
Editorial: Nocturna


Copyright: © Libraire José Corti, 1970
© Nocturna Ediciones, 2011
Traducción de Julià de Jòdar
1ª Edición, Diciembre 2011 ISBN: 9788493920043
Etiquetas: autores escritores franceses libro de viajes literatura de viajes literatura francesa

Argumento:


Una mañana, Simon espera a su amante en la estación de ferrocarril de Brévenay, aunque ella, Irmgard, le ha advertido de que puede que no llegue al mediodía. En efecto, cuando aparece el tren, ella no está allí. Para matar el tiempo, Simon decide recorrer la costa bretona en coche mientras aguarda la llegada del siguiente tren. Durante el viaje el protagonista atravesará estados de ánimo muy variados al tiempo que recordará escenas de su infancia y de su relación con Irmgard.

Opinión:


Una estación de tren casi vacía. Un hombre que espera. Una mujer que no viene. Son las doce y el hombre decide matar el tiempo de alguna forma hasta que llegue el tren de la noche. De nuevo un hombre que espera, pero ahora en movimiento. Su coche discurre por la delgada cinta de asfalto. Pueblos olvidados. Bosques silenciosos. El olor del mar. Y el paisaje, el paisaje devorante, ilimitado, inmarcesible de Bretaña.
 
Estos son los ingredientes básicos de La península de Gracq. No hay más (ni tampoco menos), pero el que vaya buscando una historia al uso, con una acción movida que detenga aquí sus pasos. En esta nouvelle que Gracq dedica al tema de la espera no ocurre mucho. El desarrollo psicológico y el argumento son abandonados a favor de la descripción del territorio, a favor de un paisaje retratado hermosamente (Gracq demuestra que no todos los grandes paisajistas se dedican a la pintura), casi hasta el dolor.
 
Tanto por su temas como por su prosa original, deslumbrante y extremadamente pulcra, La península me ha recordado muchísimo a Un poco de azul en el paisaje de Pierre Bergounioux, otra pequeña novela francesa que he reseñado recientemente en Anika Entre Libros.  Sin embargo, mientras que Bergounioux utiliza el paisaje granítico y despiadado de La Corrèze para reflexionar sobre la infancia y el paso del tiempo, Gracq nos sube al coche de Simon para trasladarnos a un óleo pantanoso cubierto de landas, a una acuarela costera, gris y espumosa donde se divisan pequeños pueblos entregados al olvido, bosques ateridos por la lluvia, una franja de espacio donde campiña y mar se diluyen el uno en brazos de la otra. Esta escenografía se convierte en protagonista de pleno derecho, pero sirve también para disparar en Simon (sin sentimentalismos, con frialdad de cirujano) los diferentes estados mentales que atraviesa aquel que espera a la persona amada.
 
Irmgard no viene en el tren de las doce del mediodía. Y a Simon le inunda la decepción leve del “no encuentro”, la tibia melancolía del hecho que no ocurre. Como Gracq pincela con una imagen tan sencilla como exquisita: «No estaba realmente triste, sólo un poco vacío, como una casa repintada y bien dispuesta que no han ocupado; sencillamente, el hecho no había tenido lugar».
 
Con más de seis horas que matar hasta el tren de la noche (en el que es casi seguro que Irmgard viaje) Simon se embarca en un roadtrip de tonalidades proustianas. Al principio le poseen «la prisa, el hambre, el aguijón del retraso», pero conforme la aguja del cuentakilómetros oscile y el paisaje vaya lavando su mente, Simon conseguirá trascenderlos, situarse fuera de ellos. Poseído por cierto romanticismo color sepia, Simon viajará hasta Kergirt (nombre inventado que Gracq da a Piriac-sur-Mer) para alquilar una habitación junto al mar a la que llevar a Irmgard.
 
Cien páginas más tarde seguiremos sin saber mucho más de Simon o de su misteriosa amante (aparte de que ella es alemana y más joven que él). Sin embargo, acompañando a Simon en su viaje por Bretaña esperaremos con él y por él, pasaremos de la «ansiosa urgencia», a la anticipación dulce que sazonan cualquier espera, y quizás también al pánico y el desconcierto que le invaden cuando, finalmente, el tren de la noche irrumpa en la estación. 
  
Héctor Pascual

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