la noche de los lobos

Opinión:

Hace un tiempo saltó la noticia de que Umberto Eco tenía pensado reescribir “El nombre de la rosa” para hacérselo más sencillo a los adolescentes actuales. Sin entrar en si esto va a llegar a ser cierto o no, nos plantea la triste realidad de que no estamos enseñando a leer bien a nuestros niños; se lo damos todo tan masticado, tan en bandeja de plata, que a duras penas son capaces de entender un pasaje que contenga la mínima dificultad. Un panorama desolador que, a corto plazo, puede causar estragos en la formación de varias generaciones de lectores. Por eso cuando nos encontramos con una novela como “La noche de los lobos” se agradece que no tenga esa idea en mente.

La novela de Federico Volpini está sumamente bien escrita y plantea constantes retos lingüísticos a los jóvenes, se introduce vocabulario que no es de uso común con la intención de que bien den con su significado por el contexto, bien usen ese gran desconocido que para muchos es el diccionario, o que opten por la vía de preguntarle a un adulto. Nos hallamos ante un texto de gran riqueza léxica que, sin ser de fácil comprensión para los cánones actuales, atrae al lector por lo interesante de su trama.
 
El autor opta por una novela de aventuras clásica, deudora de aquellos “El Príncipe Valiente” o “El Jabato” que muchos de nuestros mayores, y el propio Volpini aventuro, leían en su juventud, con cierto tono folletinesco y cargado de acción. Una trama que engancha por su agilidad al saber combinar pasajes de humor, acción y misterio, en la que las intrigas palaciegas, las intenciones ocultas y los secretos son el eje central para vivir una gran aventura con el peligro constante de la presencia de los lobos.

La acción se desarrolla en varios escenarios paralelos, así que los sucesos se van conociendo por medio de los diferentes personajes añadiendo detalles que hagan que el puzzle vaya encajando. Para hilvanar estos diferentes puntos de vista, Federico elige una original forma de narrar a base de flashbacks que nos llevan al momento anterior de que algo pasara en alguno de los sitios donde no está el personaje protagonista en este momento; una forma muy peculiar de contarnos la historia y que, como no podía ser de otra manera, exige la concentración del lector para no perderse y que, con un poco de esfuerzo, se hace muy agradable una vez se acostumbren a ella.
 
Para envolver todo este gran juego en el que se convierte la novela el escritor ha elegido una ambientación con tintes tenebrosos, oscuras regiones pantanosas, arenas movedizas, desarrollo nocturno principalmente, paisajes nevados y la amenaza de los peligrosísimos lobos. Animales que junto a Iva y Ozias, el fantasma, serán los grandes protagonistas de la novela, en especial el último que se convierte en un simpático y charlatán contrapunto a la cabezonería de la chica. Por el camino, malos cortados por un patrón muy definido, buenos que no lo son tanto, luchas de espadachines, traiciones que se adivinan y un toquecito de magia, harán que los chavales caigan cautivos de una historia sin trampas en la que nada se da por sentado y que hará que se sientan orgullosos al haber superado todas las dificultades que el autor les ha ido dejando caer. Una novela en la que el fondo se ha puesto al servicio de la forma dando la misma importancia a las dos partes.
 
Si no queremos que generaciones de lectores sean superados por una bestia en “La noche de los lobos” intelectual, haríamos bien en ofrecerles lecturas como ésta que les plantea continuos retos; aprender leyendo es como aprender jugando, alguien tiene que hacerlo con ellos.
 
Patricia Rubiera