la fusion de mentes

Opinión:

Siempre he pensado que la ciencia-ficción es, junto al terror, uno de los géneros más libres que existen. Es cierto que, paradójicamente, está sometido a una serie de reglas argumentales, ambientales, de personajes, etc. que parecen ser tremendamente estrictas; sin embargo, también es cierto que permite que el escritor se sienta menos coaccionado a la hora de dar cancha a toda su creatividad. El autor de ciencia-ficción se convierte así en una suerte de nuevo Dios con capacidad suficiente para crear, a partir de su imaginación y sin límite alguno, mundos o sociedades del futuro con sus propias normas, leyes o características, permitiéndole además poder ser todo lo surrealista, poético, visionario… que desee.

Todo esto sólo tiene un peligro y es que la libertad para fantasear lo que a cada uno se le apetezca sin ningún tipo de cortapisa -sólo la exigida por la coherencia interna o temática del conflicto principal- puede llevar aparejada además la ley del "todo-vale". Sin embargo, saber encontrar el punto justo es lo que distingue a los buenos autores de ciencia-ficción de los mediocres. Jack Dann pertenece a los primeros; a esa estirpe de escritores de gran imaginación, capaces de crear mundos nuevos, a los que nos invita a entrar, viajar o participar.

Resulta increíble la enorme capacidad de Dann para diseñar una sociedad caótica como la que aparece en "La fusión de mentes" tan distinta a la nuestra y a la vez tan parecida, sabiendo además idear una trama que no pierde nunca interés y en que no cuesta casi nunca demasiado esfuerzo seguir, a pesar de que se nos habla de un mundo diferente con sus propias normas y reglas. Se utilizan además conceptos nuevos como "aulladores", "clamadores", "psiconductor" o con un significado diferente al que poseen en la actualidad como "fax" o "red informática". En ese sentido, Dann resultó ser un precursor en los años ochenta de muchas cosas que entonces no existían y ahora están perfectamente integradas en el siglo XXI como la posibilidad de poder comunicarse universalmente gracias a Internet, aunque en el libro ésta sea más una red mental que informática.

Donde quizá pondría algún "pero" es en el modo como Dann estructuró los primeros capítulos de la novela, alternando los protagonizados Raymond -que me interesaron bastante- con otros en los que se nos cuentan las peripecias de Jean y Pfeiffer mucho menos interesantes, al menos para mí. Esta alternancia en el protagonismo de la trama no perjudica demasiado la agilidad de la misma, pero sí es cierto que a veces resulta un lastre. Cuando más interesados estamos por la suerte de Ray se produce un "molesto" corte en la trama. Al pasar al capítulo siguiente, la acción se centra entonces en contarnos los avatares de Jean y Pfeiffer, personajes que a mí al menos no me interesan absolutamente nada. Es cierto que nos ayudan a conocer un poco más cómo es el mundo creado por Jack Dann -es decir comprendo su utilidad argumental- pero pienso también que destrozan un poco el suspense de la historia, tal y como sus "aventuras" aparecan integradas en ésta.

El tema que parece interesar más al autor, convirtiéndose casi en el eje central de la novela, es la memoria. No se refiere tan sólo al interés que tenemos por nuestra propia memoria sino ese deseo morboso que a veces sentirmos por "introducirnos" o "cotillear" en la mente de los demás (o en sus recuerdos) y también de qué manera, y a través de los recuerdos comunes, estos pueden servirnos para unirnos, para crear lazos de afectividad entre nosotros. Y cómo a veces – siempre diría yo – conviene "pasar página" y no quedarse anclado en historias de nuestro pasado que nos hacen más daño que bien, como le sucede a Raymond, el protagonista de "La fusión de mentes".

Joseph B Macgregor