la filosofía judía, una guía para la vida

Opinión:

Hilary Putnam se enfrenta a un reto difícil: releer en clave de sabiduría a autores cuya producción se ha circunscrito en general a aspectos “científico-técnicos” de la filosofía. Comenzando Wittgenstein (al que llama “el antifilósofo”), al que entresaca hábilmente desde su positivismo lógico una cierta actitud inerme ante lo religioso, reinterpretando de una forma ciertamente personal el “asombro” wittgensteniano. En clave religiosa discurre todo el ensayo; el autor entiende que la religión no es dogma, ni apariencia sino “una forma de vida profunda”, y alude a Hadot (cuya maravillosa “La filosofía como forma de vida” trata de emular, a su manera) para justificar esta postura.

Putnam dedica la mayor parte de sus reflexiones a Rosenzweig, con el que coincide casi en todo. Con mucha habilidad, denuncia la absurdidad de la metafísica sin menoscabar en grado alguna el mensaje bíblico. Como producción aristotélica e incluso en su desarrollo posterior, la metafísica ha resultado siempre un tanto extraña a la mentalidad religiosa judía, que rara vez toma una distancia más que prudencial de la Torá.

Audaz es sin duda su interpretación de un clásico como el “Yo y tú” de Martin Buber. El autor es, en todo caso, consecuente: aplica la misma lente en todos los casos – la búsqueda de una sabiduría básica, intemporal, y disponible tanto para judíos como para laicos.

Putnam emboca con fuerza la filosofía como esfuerzo moral al tratar la obra de Emmanuel Levinas. La tesis central de ambos, tan difícil de rebatir como difícil de implementar, dice así: el principal mandamiento es estar abierto al estado de necesidad, vulnerabilidad y al sufrimiento del otro. En resumidas cuentas, la postura de ambos, hermosamente desgranada, es tomar a la ética como la filosofía primera.

En su brillantez, se deja llevar en ocasiones por el entusiasmo –como cuando jalea a Levinas acerca de la consideración de éste del legado romano y griego como “falsa antigüedad”. Pero hasta eso le vamos a perdonar por haber escrito este delicioso compendio de sabiduría judía. 

David Cerdá