La ficción suprema

Opinión:

Quien conozca la obra literaria de Álvaro Pombo sabrá que la cuestión de la religión ha estado siempre presente, de muchas formas diversas, en sus novelas: piénsese, por ejemplo, en la biografía novelada "La vida de san Francisco de Asís", en el escenario conventual de "Quédate con nosotros, Señor, porque atardece", en la relación de amor-odio que mantiene Acardo de "La cuadratura del círculo" respecto a la vida monástica o en las disputas morales de raigambre religioso que se exponen en "El cielo raso". Religión, identidad y sexualidad son, en efecto, tres preocupaciones que cruzan toda la obra literaria pombiana, a menudo como sombras filosóficas o como ecos de una atenta lectura de otros autores que, como Rilke o Iris Murdoch, han ahondado en temas tan espinosos como la religión, la moral y la filosofía. Ya en el culmen de su carrera literaria, Álvaro Pombo ha decidido dedicar su primera incursión en el género del ensayo a la religión y, más en concreto, a la idea de Dios y a sus vínculos con la ficción literaria.

Desde las primeras páginas de "La ficción suprema", Álvaro Pombo nos avisa de que su cometido en esta ocasión es, en gran medida, confesional. Su intención de reflexionar acerca de la idea de Dios se ve invadida desde el primer momento por la experiencia subjetiva del propio escritor, en calidad de poeta, de cristiano y también de niño. No en vano, la experiencia religiosa de la que habla el autor se halla en estrecha relación con un imaginario infantil, conformado por canciones religiosas, culpas sobrevenidas por la moral del pecado y nociones moralizantes impuestas por las enseñanzas bíblicas. Mientras cita textos de Heidegger, de Santo Tomás de Aquino o de sus propios libros de poemas, Pombo explora filosóficamente esa mirada infantil que contempla a Jesucristo como un ejemplo, a la Virgen María como una madre omnipresente y a Dios -personalizado en Jesús- como un interlocutor. Cuestiones teológicas como la naturaleza de Dios y su carácter personal en el cristianismo se ven entrecruzadas en este ensayo con nociones filosóficas como la idea de 'envolvimiento' que acuñó Merleau-Ponty o el concepto de 'ironía' que propone Kierkegaard como complemento a la angustia.

El análisis de la experiencia religiosa, en un principio concentrado en la propia vivencia del autor, se deriva hacia la mitad del libro en un análisis de la experiencia poética. Álvaro Pombo aprovecha estas páginas para invocar los versos de dos autores que se hallan en sintonía con su pensamiento estético y religioso: Rilke y Wallace Stevens. Este último fue precisamente quien declaró que la idea de Dios es "la más grande invención poética de todos los tiempos", hasta el punto de catalogarlo como "the supreme fiction", la ficción suprema. Los versos de Stevens abren la puerta en el ensayo para una meditada y atenta comparación entre la vivencia religiosa y la creación literaria, centrada en ciertas figuras tradicionales del imaginario cristiano, tales como la noción de 'pecado' y 'culpa', la Virgen María, los ángeles y su representación o la presencia de Lucifer. El estudio de estas interesantes ficciones, así como la comparación entre la noción de Dios y la figura de los superhéroes, permiten diferenciar entre conceptos tan delicados como 'fantasía' e 'imaginación' y, en consecuencia, sirven para definir esa ficción suprema que domina la experiencia religiosa.

La obra se cierra con una correspondencia entre autor y editor, a partir de la cual se confirma la sensación de espontaneidad y la falta de previsión que se pueden adivinar en la lectura del ensayo. Dejando eso de lado, no cabe más que elogiar la prosa de Álvaro Pombo y su agudeza mental, sobre todo a la hora de construir una argumentación tan sólida y original sobre los cruces entre poesía y religión.

Darío Luque