La Ciudad Amurallada

Opinión:

Eduardo Iglesias, escritor nómada y "animador de mapas", como él mismo se define, lleva varias décadas construyendo un proyecto narrativo profundamente singular, marcado por la fusión entre territorios vividos y geografías imaginarias. Desde "Fábulas morales" (1989) hasta "Manga Ranglan y el viento de la memoria" (2023), su obra ha transitado por Nueva York, Castilla y el Estrecho de Gibraltar para desembocar, en los últimos años, en un mundo distópico que dialoga estrechamente con nuestro presente. "La Ciudad Amurallada" culmina ese ciclo, en tanto que revisita y reescribe "Cuando se vacían las playas" (2012), pero no como una simple continuación, sino como una depuración de su imaginario y una revisión íntima de uno de sus personajes más emblemáticos, creado hace ya más de una década.

La novela se abre con un planteamiento policial: J. Solo, detective taciturno y herido por la historia, recibe el encargo de localizar a Lara Márquez, una joven desaparecida que ha escapado de la estricta Ciudad Amurallada para adentrarse en la nostálgica Ciudad Abierta, último reducto de los placeres, las artes y la libertad. Pero enseguida queda claro que el enigma funciona sólo como palanca narrativa, pues lo que importa no es la resolución del caso, sino la transformación interior que desencadena en sus protagonistas. Iglesias abandona deliberadamente las convenciones del thriller y opta por un relato sostenido en los conflictos éticos, las pasiones, las heridas y la búsqueda de identidad. De hecho, los encuentros que mantiene Solo con la propia Lara Márquez y con otros personajes de la ciudad contribuyen a definir esos conflictos que superan, por mucho, los planteamientos prototípicos de la novela policíaca.

De hecho, vale la pena señalar la presencia de unos interludios casi poéticos, escritos por la propia Lara Márquez, que se intercalan a lo largo del deambular del detective por la ciudad y, sobre todo, fuera de sus murallas. Se trata de fragmentos visionarios y poéticos que expanden el mundo, revelan sus grietas y convierten a este personaje en algo más que un símbolo de rebelión. En ellos late la dimensión espiritual del texto, cuya plasmación narrativa se dará en los márgenes de esta sociedad, cuando J. Solo entre en contacto con una comunidad misteriosa que vive de espaldas a la sociedad de la ciudad. No en vano, el universo de "La Ciudad Amurallada" es inquietantemente plausible, situado en un 2036 que se parece demasiado al presente y que funciona, más que como distopía, como advertencia. Además, Iglesias escribe desde una inquietud moral que nunca se separa de la búsqueda estética: su prosa es cadenciosa, luminosa por momentos, capaz de sostener un tono lírico incluso en los pasajes más ásperos.

Política y espiritual, íntima y colectividad, pesimista en su diagnóstico pero obstinada en su confianza en la transformación, "La Ciudad Amurallada" despierta la atención del lector en su combinación entre elementos propios del thriller, de la ciencia ficción y de la distopía.

*Publicada por Hermida Editores.

Darío Luque