kobold, el señor de las cadenas

Opinión:

Ocurre en algunas ocasiones que cuando estás acostumbrado a leer a según que autores en un mismo género, cuando se aventuran en uno diferente pueden pasar varias situaciones: Que el autor te guste mucho en el género en el que lo conociste y por lo tanto estás seguro que en este nuevo también irá bien; así mismo, que te lleves una decepción en el nuevo libro porque no te cuadra al salirse de su tónica; o bien que te sorprenda para bien o para mal en la nueva historia. En esta ocasión, con la lectura de la novela de Alfredo Álamo, al que encuadraba siempre más en el terror, de ahí reseñas mías como su antología Lunarias, y que me apetecía descubrir en esta nueva singladura dedicada al fantástico de espada y brujería.
 
Así pues, Kobold nos ofrece la oportunidad de ver cómo se maneja Alfredo con otras historias, con otros personajes y otras situaciones que se deben adaptar a otras connotaciones y parámetros. Y me ha gustado ir leyendo sus páginas, porque en cierta forma me iba retrotrayendo a imágenes e historias de hace ya unos años. No escondo que algunos de los pasajes, en cuanto a decorado, me hacían pensar en las historias de Conan, el de Robert E. Howard. No anda muy lejos de esa ambientación, con sus gotas de magia, con sus batallas a espada...
 
Y sobre todo con el calado de sus personajes. En especial, claro está, el papel de Kobold, con toda la carga que conlleva ser el protagonista. Aunque en esta clase de historias, en las que se lleva el acompañamiento de secundarios con parte participativa, se agradece que no siempre el protagonista, en este caso Kobold, aparezca en todos lados y lleve la voz cantante aunque no venga a cuento. Así pues tanto Caëthar, como Bakol o la propia Laëna tendrán parte importante en algunas de las escenas y aportan “chicha” a la trama.
 
He agradecido mucho, la manera en que se nos cuenta el pasado de Kobold. Se suele utilizar el método flash-back para ello, mas en esta ocasión he encontrado muy acertado el que sea una charla al calor de una hoguera, como si al contarlo pareciese de alguna forma que nos contase una leyenda. Y de una manera ágil, con la interacción de varios personajes que intervienen en la charla, hacen que esa parte se resuelva de manera perfecta, que no se note que tenemos que leerla sí o sí.
 
Por supuesto tendremos la eterna lucha entre el Bien y el Mal, encarnados en Kobold y el Nigromante, aunque la parte del Bien tiene un objetivo que no es del todo el acabar con ese Nigromante para que todo vuelva a la paz y salvar el mundo. No. A remedo de un caballero andante, Kobold lucha por su honor, que a pesar de que sea un mercenario, un poquillo de ello tiene, y en esta ocasión lo hará por el ideal de la venganza. Y si de paso ayuda al mundo, pues no hay mal que por bien no venga. Pero no es ese su principal acicate en su viaje.
 
Lo que sí he echado en falta es un mayor dibujo / descripción de los personajes fantásticos de uno y otro lado. Que aunque se les nombra, apenas se dan detalles de ellos, salvo los tres o cuatro que se enfrentan a los protagonistas. Y si bien las batallas no se incide mucho sobre ellas, pero sí en las escenas de pelea, se echa de menos un mayor glosario de estos secundarios.
 
A pesar de ello, Kobold, el señor de las cadenas nos hará pasar unas buenas horas metidos en el viaje (ilustrado en el mapa de Pablo Uria) de Kobold y sus compañeros y nos hará darnos cuenta de que si un autor sabe contar una historia, da igual el género que use, a buen seguro que la llevará a buen puerto.
 
 Fernando Martínez Gimeno