Joaquín Sabina. Perdonen la tristeza

Opinión:

Con un arranque en el que el autor de esta biografía autorizada narra como conoció a Joaquín Sabina y se sorprendió por esa forma de ser tan diferente a la idea que se había hecho, nos va narrando como fue aquel flechazo que les ha unido durante varias décadas al tiempo que nos introduce en la vida de un hombre polifacético, extraño y, sobre todo, sincero consigo mismo y con los demás. Habrá a quien no le guste, quienes le tachen de esto o de aquello pero es indudable que el éxito no le llegó porque sí, ni por su cara bonita, sino por un trabajo incansable desde las tabernas de Londres hasta los grandes escenarios de medio mundo.

Dieciocho años después de que saliese a la luz la primera edición, se puede seguir disfrutando de las correrías, los pensamientos y las letras de este genial compositor; además, con el aliciente de que un tercio de la nueva publicación es completamente nueva, pues se ha ampliado con los últimos años de giras y grabaciones así como con algunos detalles de las enfermedades que últimamente nos tienen en vilo; eso sí, narrados con esa despreocupación que le caracteriza por las cosas serias.

Poco sabemos de nuestros artistas y se convierte en un inmenso placer la lectura de las locas aventuras de Joaquín: cómo terminó detenido por su padre o se convirtió en prófugo para no realizar el servicio militar y huir de la justicia por alborotador, o sus peripecias en su exilio al Reino Unido. En Londres es donde el escritor frustrado se transforma en el poeta callejero, en el cantautor rockero y encamina sus pasos hacia una fama que llega sin avisar y se queda para siempre.

Uno de los momentos clave del libro es el relato histórico de los cambios políticos y culturales en España con el fin de la dictadura y los primeros años de transición y democracia. En aquella época los cantantes eran un reclamo electoral y muchos aprovecharon ese empuje para sacar de nuevo y con más fuerza la canción protesta a la calle. Aunque los cantautores fueron perdiendo fuelle y Sabina supo nadar en la corriente adecuada; canción reivindicativa y un poco de ritmo, que la vida es una fiesta muy corta a la que hay que sacarle partido.

Las letras de sus canciones, leídas en profundidad, nos descubren a un trovador de Madrid que ha ido adaptando sus estilos musicales según lo ha requerido el mercado, sin perder su esencia y con una inconfundible marca Sabina; poeta, irreverente, sarcástico, loco y, sobre todo, comprometido y divertido. El autor hace sus comparaciones con otros escritores pero posiblemente sea Bob Dylan el referente en el que más se ha apoyado Joaquín para sus composiciones, sin olvidarse de los clásicos que estudió en su carrera, inacabada por su exilio, a falta de unas asignaturas. Cronista de Madrid que se apoya en el lenguaje de la calle para llegar a quien le quiere escuchar, creador de poesías para ser cantadas, pregonero, escritor de sonetos para amigos y enemigos, juerguista; muchos Sabinas por descubrir.

La obra se completa con "Sabinismos y sabinadas", cien frases que pasarán a la posteridad; una cronología de su trayectoria para no perdernos nada y acudir a ella a modo de Índice; y una colección de fotografías a color que representan muy acertadamente la carrera del cantante, compositor, poeta y artista, que hablan por sí solas. Los textos del capítulo "Pongamos que hablo de Joaquín", algunos inéditos, son un merecido homenaje de sus amigos.

Javier Menéndez Flores, biógrafo y cómplice, analiza las letras, comenta su contenido y explora las vivencias del contador de historias de forma amena y entusiasta, contagiado del terremoto y a veces melancólico Joaquín Sabina.

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