Anika entre libros

hoy he decidido dejar de comer!

Ficha realizada por: Anika Lillo

Título: hoy he decidido dejar de comer!
Título Original: (¡hoy he decidido dejar de comer! diario de una joven anoréxica, 2007)
Autor: Cristina Trilla
Editorial: Styria


Copyright: © Cristina Trilla, 2007
© Styria de Ediciones y Publicaciones, S. L, 2007 ISBN: 9788496626539
Etiquetas:

Argumento:

Cristina entró en una anorexia prácticamente sin darse cuenta, convencida de que aquello no tenía que ver con ella, que podía controlarse cuando quisiera... Pero no fue así, la anorexia la controló a ella, la bulimia se unió a sus problemas, y tuvo que vivir un infierno psicológico terrible que plasmó en un diario.

Gracias al apoyo familiar, psicológico y del centro donde la tratan junto a otras chicas, Cris consigue volver a empezar, por eso decide hacer público su diario.

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Opinión:

Como lectora me ha servido para algo importantísimo que no debo dejar de confesar: cuando la gente que escribía con comentarios a la ficha de Valèrie Valère (Diario de una anoréxica) se mostraba –como a mí al menos me parecía– egoísta, y yo se lo decía abiertamente, porque a pesar de los consejos que solemos dar (los consejos son buenos, pero ciertas apreciaciones están equivocadas) los que estamos fuera de la enfermedad, no podemos evitar ver cómo hacen sufrir a las familias que les quieren y les apoyan, pero Cristina Trilla aquí menciona precisamente este hecho: no tiene nada que ver con el egoísmo. Hay que aprender de quienes se han curado para entender esta enfermedad.

Esto es el cuento de nunca acabar, de aquel que una vez ha caído en la problemática de la anorexia, ya no consigue salir –con honrosas excepciones como la de Cristina y otras muchas chicas a las que desde aquí felicito por su gran valor-, la vida de los engaños que no llevan a ninguna parte, la afirmación una vez más de que el problema es mental y suele ser a causa de un sentimiento de incomodida o inferioridad, o de un problema sentimental que aún desconocen abiertamente, ya sea porque no se gustan o porque creen no gustar a los demás, pero sobre todo es la CONFIRMACION ABSOLUTA de que el nivel de coeficiente intelectual e incluso un alto nivel sentimental no son eximentes para caer en la trampa.

Cristina lo tenía todo, empezando por una vida normal y feliz en casa, con las cosas muy claras en la vida, buena estudiante e incluso información suficiente respecto a la anorexia. Así veía ellas las cosas. Por eso, esto demuestra que la anorexia, como la bulimia, son un tipo de trastornos que nada tienen que ver con la única teoría de que sólo los más egocéntricos o vanidosos, los que quieren estar a la moda y embutirse en falsas tallas 38 (problema que comenzaron los propios diseñadores de ropa), son los que sólo caen en el agujero.

La anorexia tiene un inicio en el que la mente se engañará a sí misma, “puedo dejarlo cuando quiera” (como la heroína o la cocaína, como el abuso del alcohol…) y la fuerza de voluntad no siempre será suficiente cuando el estado del enfermo esté ya muy avanzado. Hace falta mucho más para llegar a curarse, y ser consciente de ello es un paso, pero aceptar la ayuda y vivir el suficiente tiempo un buen programa en un centro especializado es indispensable para su recuperación total.

Hace falta verdadero valor para, no sólo reconocer el problema (pues muchas son las que terminan reconociéndolo) si no también por aceptar las reglas que se les imponen.

Se crean un mundo falso llenos de mentiras, se sienten mal cuando engañan a sus seres queridos (caso de Cristina) y esta terrible sensación les provoca de nuevo una falsa autoestima, algo que ya están dejando de poseer ¿Y qué hacer cuando se sienten tan mal? Volver a cometer sus pequeños delitos (gominolas en los cajones, comida escondida en las mangas de la ropa…)

Cristina Trilla es siempre consciente de todos sus actos, de sus pequeños triunfos y sus grandes fracasos, y al verlo de esa forma, teniendo en su mente la balanza descompensada, el camino es más difícil. Y es consciente porque utiliza un diario donde se desahoga, y eso la ayuda a ver en lo que se está convirtiendo.

El miedo, siempre el miedo, le acompaña a todas partes: miedo a fallar, miedo a engordar, miedo a hacer daño a sus padres, miedo a no tener voluntad, miedo a ser consciente de lo enferma que está, miedo a terminar ingresada con chicas medio muertas, con sondas y sin visitas familiares…

Por extraño que parezca, no intentaba seguir adelgazando a espaldas del centro, si no evitar que piensen que estoy peor y eso les lleve a tomar decisiones drásticas conmigo. No quiero bajar más de peso, significaría seguir enferma. Tengo pánico a engordar, es cierto, pero mucho más miedo me da que me encierren en un lugar lleno de gente enferma. No quiero estar enferma”. (Extracto del diario)

Decir la verdad para ella es motivo de triunfo, pero la verdad tiene a veces en estos enfermos una vida muy corta cuando ven que no consiguen alargar sus triunfos. Sienten esos pequeños fracasos como el fracaso más grande del mundo.

Es precisamente cada una de sus pequeñas recaídas la que la hacen sentirse mal, “una persona horrible”. Cuando la premian por algo bueno, ella sigue creyendo que se merece un castigo.

Cuando ya ha caído de lleno en la trampa de la anorexia (esa de la que decía que era una burrada, y en la que ella jamás caería porque tenía las cosas muy claras) su vida gira en torno a la comida y su gran problema de salud. Cuando en una cena todos disfrutan de cada bocado, ella sufre observando si hay demasiado pan (mejor hacer migas y esconderlas), si la comida es excesiva (cuando se trata de un simple bocadillo, nada más), si hay terribles grasas que quieren que coma (¡grasa! Nada peor para una anoréxica) y que ella, si tiene la obligación de comerla porque está bajo vigilancia, optará por dar un segundo y fatal paso: vomitar y dejar entrar en su vida otro problema, la bulimia. ¡Algo que no se repetirá porque es terrible! Pero de nuevo se engaña a sí misma porque no está curada todavía, porque del mismo modo en que todos tenemos ciertas tendencias o hábitos, los suyos acaban centrándose únicamente en cómo eliminar lo que come o reducirlo al mínimo al tiempo que agota su cuerpo con ejercicio físico. Hábitos peligrosos que, además, le hacen perder el control sobre sí misma, porque sólo existen ellos, ya no hay voluntad que rija su camino.

Un infierno en el que siempre surge la palabra CULPA.

Empezar a no mirarse en el espejo ni pesarse en una báscula, a comprarse ropa más holgada, a fijarse en otros detalles ajenos a la comida, a dedicar más tiempo a conocer a sus compañeras, a no llevar dinero encima, a ir acompañado al baño para que no pueda vomitar, a no tener opción de decidir qué va a comer, a pasar temporadas en casas de sus amigas del centro con sus familias… es un método que sólo puede tener éxito si pasa el tiempo suficiente haciéndolo porque en ese caso sus HABITOS cambian, se acostumbra a ellos. Pero no deja de resultarme curioso que en un momento dado Cristina diga que “añora” la otra vida.

Su enfermedad y su obsesión con la comida destruyen su personalidad, por eso cuando de nuevo es capaz de “sugerir” algo, un poquito de esa autoestima vuelve a ella.

El día en que Cristina, pasados unos años tras comenzar su enfermedad, se percate de que aun siendo feliz con su familia, hay algo de ella que no le gusta (la educación extremadamente correcta, que la convierte desde niña en una persona tan comedida que llega a reprimirse), su mundo empieza a cambiar poco a poco. La luz empieza a llegar. Al fin ha encontrado algo que cuestionarse en su vida y que puede tener que ver con su problema. El no tomar decisiones propias sería también un detonante.
Y CRECER definitivamente, tomar responsabilidades, saber que confían en ella, buscar la independencia, es, al menos para ella (y estoy segura de que para muchas y muchos jóvenes) una decisión que les abrirá los ojos respecto a los defectos de su familia y a su futuro. Sólo le queda el miedo a ser “incapaz”.

“…jamás lo habría conseguido sin las personas que han confiado en mí, que han comprendido que no se trataba de ningún capricho ni de una moda pasajera y que se han esforzado por acercarse a mí en los momentos en los que yo lo habría dado todo por perdido”. (Extracto del diario)

Leer este diario es conocer el suplicio por el que pasan, acercarte a ellas, mirarlas con otros ojos, dejar de verlas como seres egoístas. Es de agradecer que alguien haya decidido publicar su diario personal con los detalles cotidianos que giran únicamente en torno a cómo lleva ella su enfermedad, cómo la vive, cómo la sufre, y hasta qué punto el ser consciente implica sólo un paso más en la escalera de la curación. Cristina Trilla da las claves para seguir subiendo escaleras. 

El libro es ideal para cualquier chica que sufra de anorexia o sospeche que está entrando en ese mundo, para aquellos que tengan a alguien en su familia o alguna amiga con este problema, para cualquiera al que le guste leer testimonios o conocer el tema en cuestión.

Frases de esta opinión pueden utilizarse libremente en otros medios para promoción del libro, siempre que no se varíe y se mencionen al autor de la misma y al medio anikaentrelibros.com

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