Hombres que caminan solos

Opinión:

Los 'hombres que caminan solos' son aquellos individuos casi fantasmagóricos que deambulan por los puertos de África, incapaces de regresar a sus aldeas tras haber sido engañados por mafias en su intento de viajar a Europa. O, al menos, esta es la imagen que nos presenta el narrador al comienzo de la novela, como si la soledad fuera un fenómeno ajeno al primer mundo, desconocido para los privilegiados que, como el autor, vivimos en ese paraíso llamado Europa. Pero José Ignacio Carnero sabe que ese paraíso también está repleto de hombres que caminan solos: están en los bufetes de abogados, en hospitales y en velatorios, en coches que recorren cientos de kilómetros, en pisos privilegiados de la zona alta de Barcelona, o incluso en bares de carretera. Cualquier hombre puede caminar solo en una etapa de su vida, como le ocurre al protagonista de esta novela cuando es diagnosticado con depresión.

Aunque "Hombres que caminan solos" es la continuación lógica de "Ama" (Caballo de Troya, 2019), puede leerse como una novela independiente. Si hablo de continuación lógica es por el carácter testimonial y autobiográfico que comparten todas las novelas de José Ignacio Carnero: en su opera prima relataba la enfermedad y la muerte de su madre, mientras que en esta segunda novela el punto de partida es la depresión que desencadena esa pérdida. No en vano, la obra se inicia con una preciosa reflexión en torno a su arquitectura narrativa, pues el autor ha aprendido de su madre la habilidad de narrar de forma torrencial, enlazando una historia con otra y abriendo innumerables paréntesis a lo largo del relato principal. Así pues, la escritura de Carnero se presenta desde el primer momento como una reinterpretación de la memoria proustiana, motivada más que nada por la necesidad de contar, de confesar y de recordar.

Ahora bien: no todos los recuerdos tienen el mismo peso ni la misma importancia. En el caso de "Hombres que caminan solos", tres son los núcleos temático-cognitivos que articulan esa escritura torrencial: la familia, reducida ahora a un remordimiento compartido entre padre e hijo; los viajes, que parecen canalizar la búsqueda de un otro, y las mujeres, que aportan el contrapunto cómico y desenfadado al relato. Pero no deben pensarse como núcleos aislados: el protagonista viaja, pero no siempre lo hace solo. Acude a Buenos Aires para ver a Paula y se queda allí para estar con Malena; viaja al sur de la península junto a su padre para honrar la memoria de un misterioso hombre que compartió con ellos habitación en el hospital; y vuelve siempre a Barcelona, donde le espera la complicidad y la mordacidad de Laia, personaje que ya nos había presentado en su primera novela.

Creo conveniente avisar a los lectores de que no encontrarán aquí una historia repleta de peripecias o un argumento basado en la acción y la concatenación de sucesos. "Hombres que caminan solos" es un relato profundamente psicológico; es el relato solitario de la memoria, de la depresión y de la búsqueda de uno mismo. Con su prosa ágil y su mirada atenta, José Ignacio Carnero ha logrado una novela humana, sincera, y conectada con una preocupación generacional.

Darío Luque