Anika entre libros

generación perdida

Ficha realizada por: Salvador J. Tamayo
generación perdida

Título: generación perdida
Título Original: (xeración perdida, 2004)
Autor: Francisco Castro
Editorial: Pulp Books


Copyright: © Francisco Castro, 2004
© Pulp Books, 2011
Traducción de Moisés Barcis
1ª Edición, 2011 ISBN: 9788493857677
Etiquetas: adicciones alcohol autores contemporánea drogas escritores españoles hispanos literatura española literatura hispana

Argumento:


Francisco Castro  en esta novela reflexiona sobre el proceso de escritura mientras narra la situación particular de unos chicos de barrio. Pone en evidencia la hipocresía de una sociedad y de su incipiente clase media a través del drama de la heroína.

Memoria colectiva novelada, en el que a pesar de todo prevalece la lealtad y la destrucción como único mecanismo de defensa.

Opinión:


Francisco Castro , escritor vigués con varias obras publicadas, presenta Generación perdida como una radiografía de la sociedad española -aunque se centra en el caso gallego- de los ochenta. Los años en los que la droga arrasó como un caballo, a muchos jóvenes de una incipiente clase media. Un favor, una deuda pendiente, la última voluntad de un amigo, ese es el detonante de la historia. El protagonista, escritor, es quien cuenta lo acontecido y a nosotros nos llega a través de su propiavisión personal. Las referencias sociales y culturales a aquellos años son constantes: Siniestro total, La guerra de las Galaxias, la omnipresencia de Manuel Fraga, Almodóvar... La movida de Vigo aparece de forma tangencial, hubiera estado interesante ahondar un poco más en el tema. El gran valor de esta novela es el estilo, rápido con diálogos rápidos, adictivos y lo que es más importante, verosímiles ya que cuando se intenta reproducir el habla coloquial sobre el papel no siempre se corre buena suerte.
 
No termina de convencerme la propia historia, la estructura de la historia, y a pesar de eso reconozco que las reflexiones sobre el proceso de escritura que el autor hace al comienzo puedan resultar interesantes aunque demasiado cándidas y contaminada por algunas referencias como las de Saramago o Borges que añaden ruido al texto. Es curioso ya que una vez que se asume el pacto de la ficción y entras en el argumento, puedo sentir sin inmutarme la sensación de la aguja penetrando en la piel pero de repente encontrar a Borges, aunque sea meramente anecdótico, como lector, me saca de la historia.
 
Pese a que los personajes están lo suficientemente definidos, sobre todo los protagonistas y la adolescencia de los mismos, no puedo evitar sentir que necesitan un poco “más de carne”. Hay casos en los que a algunas obras les sobran cien páginas, a Generación perdida le faltan cincuenta, la escritura es demasiado urgente. Hemingway hablaba de la “Teoría del Iceberg” y de la importancia de sugerir más allá de contar sin descanso, bien, para intuir el iceberg primero hay que saber que hay un iceberg.
 
El SIDA, la consecuencia, la crónica de tantas muertes anunciadas. Y la gran reflexión que hace al término de la historia. Lejos de frivolizar o de caer en sentimentalismos exagerados o en dramas moralistas, Francisco Castro lo trata jugando a ser sociólogo, como el médico frío y racional que certifica la hora de la muerte de un cadáver. El valor principal de la novela como ya comenté anteriormente es el estilo del autor y la sencillez de argumental en cuanto a que, pese a ser muy breve y poco espesada, no deja de ser un gran testimonio de una generación perdida, un reflejo microsocial de unas relaciones humanas fascinantes -como todas las relaciones humanas- en las que más allá de los años y los golpes de la vida, predomina la lealtad, a pesar de todo y de la muerte. Una novela que convierte su propia experiencia en una exhibición de la memoria colectiva.

Generación perdida  es una obra escrita desde la experiencia. Habla de esos chicos tenían veinte años en los ochenta, y no, no estaban locos -ni ganas-, de los que eran demasiado jóvenes para haber corrido delante de los grises pero demasiado mayores para darse cuenta del peligro en forma de heroína que poco a poco iba mermando gran parte sus filas, en aquellos años.
 
Salvador J. Tamayo

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