francisco de asis

Opinión:

No creo equivocarme mucho si afirmo que Francisco de Asís logra, efectivamente, unanimidad a la hora de enjuiciarle y que el resultado para él, es muy positivo. Es, con toda seguridad, uno de los santos de la Iglesia Católica mejor aceptados, no sólo por los fieles, sino por los que no lo son, ni creo que suscite rechazo alguno. Ciertamente esto es un gran mérito porque la mayor parte de los santos reciben, por motivos distintos, severas críticas por su actuación. Igualmente entre la mayoría, casi siempre, con argumentos sólidos, un rechazo manifiesto.

Ahora bien, puede ocurrir que la historia haya falsificado la imagen de Francisco de Asís y que, por tanto, la imagen de bondad que nos ha llegado a la mayoría no se corresponda con la verdadera.

Curiosamente, la obra de Spoto, saca a la luz algunos poco conocidos de la vida y obra del santo italiano sin que por ello pierda sus méritos, sino que más bien al contrario, confirma la idea que de él tenemos, aunque le resta los adornos innecesarios, más propios de las leyendas que de la seriedad histórica. Es este, precisamente, uno de los grandes méritos de este libro.

El otro es que el rigor histórico no está reñido en absoluto con la amenidad de la lectura, de forma que no se hace pesada; el autor huye deliberadamente de los excesos academicistas y nos cuenta la vida de Francisco de forma que se parece más a una novela que a una de esas biografías que, repletas de datos y fechas acaban por aburrir al lector, incapaz de retener datos, muchas veces irrelevantes y que, encima, no nos aclaran nada de la vida, pensamiento y obras del biografiado.

También nos da una imagen distinta de Francisco que no sólo es ese personaje bueno que llama hermanos al lobo y al pájaro, sino que tiene una visión específica de lo que debe ser el servicio de Dios y deja testimonio de ello con la práctica diaria. En este sentido, y esto es importante, nos encontramos, en opinión del autor, frente a un revolucionario que quiere cambiar las cosas desde dentro. Es decir se somete a la disciplina de la Iglesia oficial pero no renuncia a seguir su propio camino, acepta el poder del Papa pero defiende su ideario.

Es lo que se consideraría hoy, en mi opinión, un reformista desde dentro del sistema a fin de evitar una dañina escisión.

Por lo demás, la obra nos presenta una personalidad verdaderamente noble, recta, bienintencionada aunque algo excéntrica y a veces rayana en la exageración en cuando al seguimiento muchas veces innecesariamente estricto del camino que marcó el Nazareno.

Finalmente señalar que Francisco que fue también un “joven pecador” tiene una visión del mundo absolutamente distinta de otro de los grandes de la Iglesia Católica que es Agustín de Hipona.

Mientras que el italiano ve las cosas desde el optimismo vital, el africano, también un converso tardío y, posiblemente aún mucho más pecador que Francisco, tiene una visión tremenda y pesimista que arrastra a la desesperación, porque lleva a la conclusión de la casi imposibilidad de la salvación. Pero es este un debate teológico, que no me corresponde.