Anika entre libros

fenómenos de circo

Ficha realizada por: Patricia Esteban Erlés
fenómenos de circo

Título: fenómenos de circo
Título Original: (fenómenos de circo, 2011)
Autor: Ana María Shua
Editorial: Páginas de Espuma


Copyright: © Ana María Shua, 2011
© Editorial Páginas de Espuma, 2011
1ª Edición, 2011 ISBN: 97884839300854
Etiquetas: argentinos autores escritores literatura argentina micro relatos microrrelatos relatos

Argumento:

Nuevo trabajo de Ana María Shua, sin duda uno de los grandes nombres dentro de los cultivadores del microrrelato actual, dedicado al mundo del circo. Shua lleva a cabo en su libro un asedio del concepto “circo”, una investigación global de la historia, evolución y decadencia de un espectáculo vinculado al hombre desde tiempos remotos, sin olvidar la clasificación de los seres humanos y los animales que participan en él. Un repertorio completo de los personajes y las vivencias de un mundo de luces y sombras, bello y siniestro, construido a partir de la noción de simulacro  y que la autora argentina sabe encapsular en piezas llenas de lirismo y humor.

Opinión:


Una falsa sirena nos sonríe desde la cubierta de Fenómenos de circo. Una sirena decimonónica, entrada en carnes, alejada desde luego de las sirenitas de Andersen o Disney. Es una sirena de circo, que tiene algo de foca erguida sobre una pelota. Una sirena disfrazada que sonríe a medias, como buscando la complicidad del espectador, esa dosis de imaginación necesaria para darle el salvoconducto sirenil. Una cercanía, una empatía similares a las que busca el autor de microcuentos cuando apela a su lector y solicita de él que ejercite esa facultad generosa de ver más allá de las escasas líneas que le presenta a guisa de cuento en sus libros. Créeme, cree que soy una sirena, parece decirnos esa mujer pasadita de kilos que se cubre la mitad inferior del rostro. Y yo desde luego os aconsejo que lo hagáis, porque el espectáculo que nos depara el interior de este fabuloso circo de seis pistas es realmente inolvidable.
 
Pocas veces me he encontrado con un prólogo más exacto, más estremecedoramente exacto. La gran microrrelatista argentina bucea en el interior más abisal del ser humano y saca a la superficie una verdad siniestra, acerca de la fascinación que suscita el circo en nosotros, no solo en la infancia, sino también ya adentrados en la edad adulta. Porque el circo es un espectáculo que implica siempre cierto riesgo, una sobreexposición de habilidades ensayadas. El artista se convierte en héroe de la belleza y el peligro, siempre acechado por la amenaza de una distracción fatal y la sombra de la muerte, que se agazapa en lo alto del trapecio, en la boca abierta de una fiera salvaje. Y en cada niño inocente, en cada bondadosa madre palpita un deseo terrible: que lo grandioso se convierta en lo terrible.
 
Tras este pórtico tan inquietante y certero, Ana María Shua nos conduce ya a los asientos de su circo particular, para que asistamos a lo que sucede en la primera de sus pistas, titulada Todo es circo. Y es que en el libro no todo lo que se nos presenta es literatura, placer estético, divertimento. Esta parte inicial deja constancia de ello y nos obliga a masticar, casi sin que nos demos cuenta, reflexiones profundas que bajo la apariencia de un inofensivo microcuento establece lazos irrompibles, como los de una pareja de siameses, entre el circo y diferentes aspectos de la vida humana. Así, desde el amor, el menor espectáculo del mundo, protagonizado por dos que se turnan y hacen las veces de público y artista, que se miran o tratan de deslumbran al espectador, pasando por la existencia común de todos nosotros, animalitos amaestrados desde que nacemos, que repiten y ensayan incansables las mismas rutinas día tras día, año tras año. Y, por supuesto, encontramos también perfectamente retratada una de las cuestiones recurrentes en la obra de Shua, el pensamiento metaliterio, que en esta ocasión define al microcuento como gigante formidable que prefiere presentarse ante nosotros con aspecto de gracioso, inofensivo enano.

Lo bueno y lo malo del circo se traza con maestría en una serie de textos impecables, llenos de esas imágenes y de esa capacidad envolvente a las que la autora nos tiene acostumbrados. El sueño del circo, las ilusiones que convoca y de las que es partícipe el espectador serían el rostro amable del espectáculo. Pero hay una mitad sombría, aquella que nos hace comprender que “Todo es circo” es en realidad una afirmación terrible, que deja constancia de nuestra vida como episodio mediático, vigilado con sorna, diversión y suficiencia por un gran ojo global. Ese ojo omnipresente que nos vigila mientras bajamos la cabeza y obedecemos, como elefantes dóciles, repitiendo con desgana los mismos ejercicios una y otra vez.  Y esta constatación nos lleva de la mano al cuestionamiento del circo de verdad porque, ¿qué necesidad hay de él en un mundo que ya es en sí mismo un circo? La disolución del espectáculo, la elegía de una forma de vida es la consecuencia fatal a la vamos acercándonos lentamente, a lo largo de esta primera parte.
 
En la segunda pista de este circo en el que Ana María Shua, además de crear un mundo y encerrarnos dentro, levanta un edificio sólido, toda una arquitectura literaria a partir de una carpa efímera, nómada por vocación, nos acercamos a los seres que habitan el circo, que le entregan su vida y todos sus esfuerzos. Los oficios se ocupa de los actantes de este universo excéntrico, de unos trabajadores abnegados que cada vez lo tienen más complicado para sorprender y lograr el más difícil todavía, para hacer creer al común de los mortales que forman parte de una especie distinta, que están hechos de la misma pasta que los ángeles o los dioses.

Artistas de las más variadas disciplinas, vestuaristas capaces de crear el disfraz mágico, seres sobrenaturales infiltrados en el circo para saborear la miel de los aplausos de ese miniolimpo de la carpa, son algunos de los especímenes que desfilan por las páginas dedicadas a los trabajos del circo. No se olvida la autora de detallar la implacable jerarquía, el sistema de castas que también es extrapolable al mundo circense. Como en cualquier otro organigrama, en el circo hay virtuosos auténticos, criaturas tocadas por la divinidad que suspenden el ánimo del público y los dejan con la sensación de haber asistido a un prodigio. Pero junto a ellos, un escalón por debajo, quedan los “pocacosa”, aquellos artesanos esforzados que son conscientes de la escasez de verdadero talento e intentan sobrellevar como pueden su mediocridad. Y se nos da cuenta de una verdad inexorable: el circo es una condena, una enfermedad que algunas familias arrastran en su torrente sanguíneo generación tras generación. Nadie puede librarse de ese mal congénito, y por eso el niño equilibrista huido se convertirá andando el tiempo en un equilibrista en el mundo de las leyes y será abogado. Y la foca risueña que juguetea con una pelota roja será, más allá del escenario, tendrá la apariencia de señora gorda que se sienta entre el público.

Y en todas partes, la sombra del fracaso, sobrevolando las pistas como un ave de mal agüero. Shua plantea qué ocurre cuando el número ensayado hasta el agotamiento deja de brillar, ya no funciona, aburre al público, esa fiera colectiva que nunca tiene bastante. Qué sucede cuando el artista envejece, cuando la belleza o la fuerza sobrehumana, o la velocidad de un guepardo dejan de acompañarle. Son estos, desde luego, cuentos menos amables, asociados al miedo de quien debe buscar perpetuamente el asombro.  De ahí que encontremos como protagonistas a magos que no dudan en trocear de verdad y en directo a su hermosa ayudante, para que la bestia espectadora sonría satisfecha. O espectaculares pirámides humanas invertidas monstruosamente,  donde los seres más frágiles y livianos se ven obligados a cargar sobre sus espaldas los cuerpos de los forzudos.
 
Mi sección favorita de este magnífico libro es, sin duda alguna, la que viene a continuación, Freaks. Porque hay en el circo otra clase de artistas, aquellos que no necesitan ensayar piruetas o números de riesgo: ellos son en sí mismos el espectáculo que la masa observa boquiabierta, fascinada por la diferencia, por la deformidad. Y Shua recorre de parte a parte ese camino de la monstruosidad, como una Diane Arbus (fotógrafa de fenómenos a la que dedica uno de sus textos) de las letras, buscando al monstruo y lo que le hace monstruo, ese rasgo común al resto de los mortales pero distorsionado caprichosamente por una pintora atroz, llamada naturaleza. Si el monstruo no fuera parecido a nosotros, si no lo reconociéramos como semejante, no nos llamaría la atención ese atributo grotesco que le lleva a la barraca de feria. Son muchos los seres desgraciados que pueblan estas páginas jaula, hombres híbridos, mujeres horribles que dan a luz ángeles malvados, niñas diminutas como pájaros, siameses con vocaciones incompatibles… Y en cada uno de los relatos he creído ver una puerta abierta a la esperanza, al humor. Una visión dignificadora del monstruo, en tanto ser destinado al perfeccionamiento de una carencia, al virtuosismo de esa otra mitad que les falta y que los aparentemente normales ni siquiera somos conscientes de poseer. Ya lo dice Shua: queremos ver al hombre sin manos escribir con los pies, o al niño sin cabeza sonándose la nariz.
 
Complementario del  anterior es, me parece, el apartado cuarto, que agrupa, bajo el título de Animalesa otras víctimas del circo, a los condenados por los condenados humanos. Los animales prestan servicio al domador desde que el mundo es mundo, en calidad de esclavos, de acompañantes forzosos del artista en ese número que será devorado por el público. Hay un juego hermoso en este capítulo que muestra animales dispares y se alimenta de lo fantástico, de lo directamente imposible, también de lo real. Animales invisibles, híbridos mitológicos, seres irracionales que provienen de la más remota prehistoria, como ese dinosaurio con el que la autora parece hacerle el guiño de rigor al celebérrimo maestro Monterroso.

La quinta parte de Fenómenos de circo se titula Historia del circo y revela el afán documental que nutre este trabajo literario de principio a fin. Shua realiza un recorrido cronológico del circo desde su propio génesis, descubriéndolo como fenómeno consustancial al ser humano, que lo acompaña desde muy temprano y llega, aunque acuciado por la necesidad de reinventarse, hasta nuestros días. ¿Por qué necesita el hombre del circo? ¿Qué hay de profundamente nuestro en ese deleite que provoca la exposición de otro al peligro, la humillante contemplación de lo extraño en un semejante? Shua revisa diferentes episodios en épocas y culturas distantes entre sí, quizás intentando contestar esas preguntas. Aparecen las naumaquias, esos espectáculos acuáticos que parecen el antepasado primordial de las batallas navales de la Segunda Guerra Mundial, pero también circos de ojos rasgados en Mongolia, con sus domadores de montañas o los portentosos equilibristas de China. Asistimos al nacimiento de los primeros tragasables, de la primera jovencita bala, a la súbita aparición del escapista más famoso de todos los tiempos, el gran Houdini, que consiguió siempre escapar de los encierros más sofisticados, si exceptuamos uno que la autora tiene a bien revelarnos en exclusiva.
 
Por último, merece la pena asomarse a las páginas que cierran el volumen, a modo de colección de microensayos en los que se desvelan datos de muchos de los personajes que creeríamos producto de la imaginación de Ana María Shua, pero que existieron realmente. Datos fehacientes y comprobables acerca de algunas personas reales y/o famosas mencionadas en este libro es el sinuoso membrete bajo el que se detalla un glosario de vidas más o menos célebres que  arrojan luz sobre muchas de las criaturas de circo que nos hemos tropezado previamente en diversos microrrelatos: la Mujer más Fea del mundo, la Pequeña Lucía Zárate o la peluda e inteligentísima Julia Pastrana, de cuyo parto y posterior agonía en directo vendió entradas su marido, un empresario circense sin muchos escrúpulos que volvió a casarse tiempo después con otra mujer de similares características, son algunas de las protagonistas de esta sección que nos muestra la versatilidad genérica de los microtextos, esa hibridez que le es tan cara y rentable.
 
En definitiva, un trabajo serio, profundo y fascinante el que realiza Ana María Shua en su retorno a un género que domina y hace crecer con cada una de sus propuestas. Un libro, además, bellamente editado desde esa cubierta que detallábamos más arriba e iluminado con ilustraciones y fotografías antiguas del mundo del circo que enriquecen el sentido de estos cuentos brevísimos. Pasen y lean, desde luego no se arrepentirán de hacerlo.

Patricia Esteban Erlés

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