Estrómboli

Opinión:

¡Qué difícil es hablar de los libros de cuentos! Tratarlos en conjunto hace que pierdas la perspectiva individual de cada uno en particular, y hablar detenidamente de cada cuento obliga a abandonar la visión global, el tema general y el tono del libro. 

Ocho son los cuentos que nos encontramos en "Estrómboli", y como lector sujeto que soy, tengo algunos preferidos, que me han impactado más que otros. Sin duda, el primero de todos y con el que arranca la obra, titulado "Crónica distanciada de mi último verano" es uno de los más interesantes e impactantes, tal vez porque muestra cómo un individuo sencillo desata su violencia para protegerse a él y a los que quiere. 

Otro cuento destacable, por cómo trata los diálogos entre los personajes, es "El peso de tu hijo en oro", donde los viejos rencores escondidos se solapan con las descripciones y el uso del lenguaje para moldear la realidad y convertirlo en algo mezcla entre fantasía y realidad. 

"Avicularia Avicularia" nos habla sobre la responsabilidad y la lucha contra los miedos infantiles, así como la superación de los problemas, todo ello adornado con un lenguaje, en este caso, casi periodístico.

El último de los cuentos y que da título al libro es "Estrómboli", que, aunque no tan impactante como los dos primeros cuentos, sí es el mejor elaborado técnicamente, por el manejo de la elipsis y de las continuas regresiones temporales, que van dibujando distintos espectros, distintas ópticas de una historia que lentamente se va tejiendo, cobrando cuerpo y sentido para finalmente deslumbrar al lector solo como la mejor literatura es capaz. En este caso, un chico y una chica viajan a la famosa isla italiana de Estrómboli en busca de algo que los une. En ese viaje conocerán el sentido de su pasado y desentrañarán su futuro, donde, parece decirnos el cuento, nuestro camino puede encontrarse en los lugares más insospechados.

"Estrómboli" es un buen libro de relatos, con algunos brillantes y otros más densos, que no desentonan con el conjunto total. La ausencia deliberada de usar rayas de diálogo, como parece que se está poniendo de costumbre entre los jóvenes escritores, posibilita una lectura rápida, donde se confunden en ocasiones los pensamientos internos, las frases y la voz narrativa, siendo esta última una voz que nos va guiando de una manera nada inocente por la historia hasta hacernos dudar de lo que realmente nos está contando. 

Antonio Sanz Egea