el rey de los rojos

Opinión:

Una de las consecuencias que ha tenido la tan alabada transición española es que se ha producido una especie de amnesia colectiva que ha permitido que personajes de distinta índole moral, ética y política hayan sido considerados repentinamente poco menos que unos héroes y otros, desgraciadamente, hayan sido relegados al olvido más oprobioso. De esta forma se ha propiciado una especie de metamorfosis y los represores de ayer se han visto elevados al cenit de la virtud democrática y los viejos luchadores han sido considerados en muchos casos uno extremistas.

Todo este conjunto de barbaridades ha logrado que buena parte de los ciudadanos de este país ignore el verdadero papel que tuvieron ciertas personas en el devenir histórico más reciente, de forma que se ha falseado por completo la historia a fin de adaptarla a las necesidades del guión, que tiene que demostrar que los responsables políticos de esa época tan importante estaban convencidos de lo que hacían y que sí habían colaborado con la dictadura fue por el bien de todos y pensando siempre en instaurar una monarquía constitucional, parlamentaria, democrática e inigualable que sirve además de espejo donde mirarse a otros muchos países. Los protagonistas, directos e indirectos están pues en los altares de virtud ciudadana.

Algo de esto ha sucedido con el padre del actual jefe del estado por designación, el conde de Barcelona, Juan de Borbón y Battemberg, que se nos ha presentado como un demócrata de toda la vida, lo que es evidentemente falso. Desde luego no es, ni con mucho, el peor de la dinastía Borbón, pero tampoco hay que ensalzar su figura con adjetivos que no le legitiman. Para eso ya está el director de cierto periódico de extrema derecha que le llama Juan III, sin que le corresponda pues, como todo el mundo sabe, nunca llegó a ser rey, aunque ganas no le faltaron e intentos –todos fallidos- tampoco.

Rafael Borrás ha escrito un libro bastante esclarecedor de la figura de Juan de Borbón, hijo menor de Alfonso XIII, y único que estaba en condiciones de heredar el trono de España, ya que sus hermanos estaban descartados por distintos motivos, relacionados desgraciadamente con su salud.

Vaya por delante que, por fortuna, no se trata de un libro ácido, ni insultante. No se juzga a la persona. Se trata de un análisis pormenorizado de la actitud política –sólo la política- del conde de Barcelona desde que salió de la base naval de Gibraltar, tras la proclamación de la República hasta su fallecimiento. El libro se titula El Rey de los rojos, título que ya encierra una pequeña trampa porque Juan de Borbón no fue nunca rey de los rojos ni nada que se la parezca, entendido esto como una especie de rey alternativo a la propuesta de Franco. Simplemente sus ganas de ser rey le llevaron en un determinado momento a aceptar la colaboración de ciertos sectores de la izquierda española, fundamentalmente algunos intelectuales vinculados al ala más moderada del socialismo nacional para conseguir ser coronado como un monarca constitucional “de todos los españoles”.

Pero, hasta llegar a esta posición, que además tampoco sabemos si fue verdaderamente sincera pasaron muchos años en los que Juan de Borbón osciló demasiadas veces para ser creíble. Primero habló de su lealtad inquebrantable a la figura del caudillo en cuyo ejercito se quiso alistar, para lo que se presentó en España, que le expulsaron del país so pretexto de preservar mejor su figura y seguridad. Después pasó al lado de los demócratas con el famoso manifiesto de Lausana, en que se puso de parte de los aliados, tras la derrota de Hitler, para intentar que estos derribasen a Franco. Después nuevas negociaciones con el dictador, a través de intermediarios civiles y militares, para reinstaurar la monarquía y más adelante la claudicación, que no se puede llamar de otra manera a su permiso para que el actual jefe del estado se educase bajo la tutela del general Franco y dentro de la lealtad a los Principios del Movimiento.

Desvela Borrás algunas de las maquinaciones de los consejeros privados del conde de Barcelona, de cómo se produjeron bastantes deserciones al campo de su hijo, una vez que vieron que el padre no tenía posibilidad alguna de ser rey, sus cartas a Franco, sus idas y venidas para recabar apoyos, su serio enfrentamiento con su hijo por el tema de la aceptación de la sucesión del dictador, que le costó un serio disgusto y varios meses sin hablarse con él y finalmente su derrota, bastante amarga por cierto.

En definitiva el conde de Barcelona, que tenía indudables virtudes como persona, fue escasamente demócrata, fácilmente manipulable, bastante terco, mal negociador y un veleta permanente. Así le fue y a otros muchos de paso.