El otoño de la casa de los sauces

Opinión:

Zígor podría no haber tomado ninguna decisión. Es rico, está jubilado, no tiene hijos y ha llevado una vida feliz junto a Alma. Podría haberse quedado ahí, pero entonces no habría novela. Tras saber que le quedan pocos meses de vida (a causa de un cáncer), Zígor decide hurgar en el pasado y cerrar una historia que quedó abierta en su juventud. De adolescente, junto a otras personas, él había formado parte de un comando terrorista que luchaba contra el régimen anterior a la proclamación de la República (la novela se sitúa en un contexto histórico distópico). Todo se torció cuando, en una de sus misiones, algo falló y el 'cabecilla' del grupo acabó muriendo. Entonces, a falta de instrucciones, Zígor y sus compañeros se convirtieron en míseros anónimos forzados a llevar vidas normales con un peso sustancial: el de la culpa.

Ante el pensamiento de la muerte, Zígor decide reunir el comando de nuevo y hospedar a sus antiguos compañeros en la que ahora es su mansión. Poco a poco llegan a sus aposentos el alcalde Conrado con su mujer Gracia -que no está al corriente del pasado de su marido-; el impávido Fausto; Ramiro, comisario general de la República; una Brenda que no ha perdido sus dotes de seducción; el cura, Orlando; Olenka y Doralisa. Frente a estos nueve personajes (contando a los dos anfitriones, Zígor y Alma), se añade un grupo de cinco personajes con una importancia menor, pero clave en la novela: son los sirvientes. Inga, Telmo, Águeda, Terina y Bárbara dialogan e interactúan con los invitados y les dan pie a que expresen sus impulsos, sus recuerdos, sus manías y sus enemistades del pasado.

Quizás el rasgo más atractivo de "El otoño de la casa de los sauces" sea el de novela coral, pues Fulgencio Argüelles despliega en ella una gran cantidad de personajes perfectamente singularizados. Los diálogos, sin embargo, brillan por su ausencia. El autor, como si se adscribiera a algunos postulados de principios del siglo XX, juega con un narrador omnisciente cuyo discurso lo abarca todo: diálogos, pensamientos, juicios, descripciones. Argüelles juega con un narrador a la antigua, uno de esos que finge ser Dios de su mundo, y que no se permite ni un punto y aparte para evitar pausas y despistes en el relato. Si no fuera por la morosidad del relato, la lectura de esta novela parecería una carrera en la que compiten narrador y lector.

"El otoño de la casa de los sauces" es una novela insólita, con un planteamiento que algunos considerarían desfasado, pero que cuaja con la trama y con la tipología de sus personajes. Una novela social que reflexiona desde distintos ejes ideológicos sobre el tiempo, la culpa, la memoria y la violencia.

Darío Luque