El Museo Imaginario

Opinión:

André Malraux, una gran figura francesa del siglo pasado, fue novelista, filósofo, ensayista, político, director de cine, además de un apasionado de la fotografía. En 1933 obtuvo el premio Goncourt por su novela "La condición humana", un clásico del siglo XX en torno al poder político, la ética personal y la actitud ideológica. En 1945, después de la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, fue ministro de Información en Francia y posteriormente de Cultura. 

En la portada del libro, una fotografía tomada en casa del escritor, se puede constatar al propio autor observando una fotografía. Ante él se extienden una miríada de fotografías que revelan pinturas, esculturas, retablos, etcétera. En definitiva, toda una colección de obras de arte. Esta fotografía y portada del libro constituye una buena introducción de lo que resulta el libro: un paseo por el museo particular y subjetivo de André Malraux, un gran pensador y un gran impulsor del arte. En el clásico que vendría después de este libro, "Las voces del silencio", él defendió la libertad del arte. Si precisamente le apasionaba la fotografía, su motivo yacía en el hecho de que permitía captar su esencia e inmortalizar las obras, dotándolas de significado y valor. De hecho, para él los museos representan ese espacio que enaltece una obra de la calle y que otorga su reconocimiento. 

El libro ofrece una guía hacia el arte de André Malraux, aquel que considera digno de reconocer y exponer. Se pasea por su historia, haciendo especial hincapié en la diferenciación entre arte moderno y arte de la ficción. No sigue un orden establecido, sino que los capítulos brindan pensamientos y temas variopintos que acaban convergiendo en un punto u otro. Es decir, si en el primer capítulo el autor reflexiona sobre la pintura, ésta vuelve a manifestarse posteriormente en otro capítulo mientras habla de esculturas o fotografía. Aparte, la inicial línea temporal que traza en el primer capítulo se altera y se diluye en los siguientes capítulos, con saltos temporales. De todos modos, la cadena de reflexión y cavilación opera con mucho sentido, sin que en ningún momento el lector se extravíe. 

André Malraux fue un gran ensayista, con reflexión profunda, compacta y extensa. Si el lector es un apasionado del mundo del arte, este libro aportará una lectura maravillosa y aleccionadora. A lo largo de las páginas se manifiestan muchas imágenes en color que ayudan a contextualizar el texto y a entender el mensaje, además de acercarlo hacia la obra de arte. Por consiguiente, entretiene tanto por su contenido como por su continente.

Una obra imprescindible para los amantes del arte. 

Cristià Serrano