el ladrón de cerebros

Opinión:

[…]Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
 
Mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía! […].
 
 
Gustavo Adolfo Bécquer poetizó hace casi 150 años cómo la ciencia y la poesía son artes opuestas en la que el avance de una de ellas significa el retroceso de la otra. Cuantos más caminos descubra la ciencia, menos le quedan a la poesía.
 
Recuerdo que siempre hemos asociado los sentimientos al corazón y hemos dicho “¡qué buen corazón tiene!” cuando nos referimos a una persona que ayuda a los demás; sin embargo, la ciencia ha descubierto que los sentimientos vienen marcados por nuestros genes y que se alojan entre las neuronas del cerebro. Ya ni siquiera puede dolernos el corazón a causa de un amor perdido, la culpa de nuestra tristeza es de nuestro cerebro que envía un cóctel químico al cuerpo para que se sienta desolado y abatido.
 
Y en este nuevo paradigma "El ladrón de cerebros" responde al romántico poeta Bécquer quitándole la razón: “[…] Mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dó camina; mientras haya un misterio para el hombre, ¡habrá poesía! […].” Cada vez quedan menos misterios, pero la poesía puede encontrarse, incluso, dentro de ellos. 
 
"El ladrón de cerebros" es un libro fascinante por dos motivos: en primer lugar porque a su autor le maravilla la ciencia y, cuando algo te apasiona, eres capaz de trasmitir ese pasión en todo lo que haces; y, en segundo lugar, porque es ciencia para dummies… para todos aquellos que no sabemos matemáticas, ni física, ni hemos visto un agujero negro, ni una hélice de ADN…
 
El autor sabe comunicar con sencillez las complejidades que envuelven los descubrimientos de la ciencia más puntera. Más puntera, porque lo que cuenta Pere Estupinyà no son los hallazgos de hace cinco años (que, en ciencia constituyen una eternidad), son los de ahora mismo, los del año 2010. Y nos muestra cómo la ciencia avanza a pasos tan veloces que en otros cinco más lograremos ver maravillas que hasta hace poco habían quedado relegadas a la ciencia-ficción.
 
La obra viene prologada por Eduard Punset, una figura destacada en este tipo de publicaciones al que muchos recordaremos por su programa Redes, y que nos introduce en el mundo de Pere despertando nuestra curiosidad ante lo que vamos a leer.
 
El autor es químico y bioquímico, y abandonó su formación en genética para dedicarse a la divulgación; para contar a los demás, con palabras sencillas, la grandeza de la ciencia. De hecho, fue guionista y editor del programa Redes, y ha escrito sobre ciencia y tecnología para El País, El Mundo, La Vanguardia y para la revista Muy Interesante.
 
El libro es un canto a la ciencia, pero despojándola del atuendo frío y elitista con el que se ha revestido los últimos siglos y proveyéndola de humanidad, de calor, acercándola a un público que no sabe nada sobre ella y, lo que es más, que nunca se interesó por ella. Y es que Pere consigue que al lector le importe la ciencia como si fuera lo único que siempre le interesó.
 
Los científicos son seres pasionales vestidos con batas blancas, pero ¿qué es lo que hace que un joven pase toda su vida dentro de un laboratorio dejándose las pestañas a través de un microscopio para descubrir la vida completa de una determinada bacteria? La pasión, no cabe duda.
 
A poco que le guste, el lector se sentirá arrastrado desde las primeras páginas por la pasión del propio autor y por su prosa fácil de entender. Con sus ejemplos sencillos y cercanos, el libro consigue engancharte como una buena novela de ficción. Y es que, la ficción y la ciencia nunca habían estado tan cerca. Un límite que Pere Estupinyà no sabe dónde trazar porque, a medida que los investigadores aprenden el funcionamiento de nosotros mismos y de todo lo que nos rodea, va ganando camino a la ciencia-ficción.
 
Es posible que para lectores curiosos la obra se quede corta, y es también posible que cada capítulo hubiera requerido de un volumen entero para explicar todas las connotaciones que conlleva; pero el autor ya lo avisa al principio: él ha escrito una obra para despertar el apetito, para saciarlo hay que continuar buscando. Y no cabe duda de que sabe como empujarnos a ello.

Gemma Nieto