el hijo ausente

Opinión:

Primeras páginas y se reconoce a un corazón hecho añicos que salpica sus vidrios cortantes al alma del protagonista y la destroza. Tomás Hidalgo se queda vacío tras la tragedia; nace un hombre nuevo “el hombre que no mató al hombre que la mató a ella”  y  “se echa de menos a sí mismo”.

El autor de esta novela es el hijo del Magistrado D. Francisco Tomás y Valiente asesinado en su despacho universitario de Madrid en 1996. Desde aquella tragedia personal, Miguel Tomás-Valiente, y como consecuencia del shock, padece la enfermedad de Parkinson degenerativo con insomnio asociado.

No escribe en este libro la historia de su drama personal pero será inevitable intuirlo, revivirlo a cualquiera que se decida a leer “El hijo ausente” y que cobra toda veracidad al deducir que el autor pone en boca del Magistrado protagonista de la novela lo que debió sucederle y le sucede.

El incidente grave en la Librería de un amigo de Tomás Hidalgo, la explosión de una bomba lapa en su coche y la celebración de su último juicio es la excusa para reflexionar sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre la transición a la democracia española, sobre la lealtad a los amigos y a las ideas y todo ello es de lo más interesante ,sin duda, pero no comparable a los pasajes en los que Tomás Hidalgo vuelca su interior: su dolor, su odio, su amor, su culpa, su sinvivir a través del formato de una carta escrita a su hijo de tres meses y por recomendación terapéutica del psiquiatra que lo ayuda.

La novela sería igual de buena si no conociéramos los antecedentes personales del autor pero teniendo referencias de ella es un ejercicio inevitable añadirle más valor.

Estremece, consterna, subleva y hace que nos la bebamos de un trago, y que queremos reposar después, una vez que ya nos ha calmado la sed.

Son inolvidables las reflexiones sobre la Justicia como antesala y camino hacia la paz, sobre la necesidad de huir del entorno "civilizado" para encontrar otro lenguaje entre humanos, en donde la muerte no sea el método para reivindicar, en donde no haya personas asesinadas de forma colateral, para así poder vivir sin ese odio. "Ese odio que es comprensible pero que no deja vivir, que no da tregua".

Yo me quedo con este texto de la novela. Absolutamente conmovedor y generoso sabiendo que quién lo escribe no puede olvidar:

“¡Qué civilización ¡ ¡Vaya mierda!
Menos mal que también hay gente como Ángel ...
Quiero dejar escrito en algún sitio que son los hombres buenos como Ángel, los que arriesgan la vida porque se haga justicia, los que salen a la calle con la dignidad intacta después de cuarenta años de encierro en cárceles de un tirano, los que oponen palabras a las bombas, los que emplean las razones frente a la iniquidad y la barbarie; son esos hombres y mujeres que se empeñan en ver otros valores más allá del egoísmo; te lo tengo que escribir, hijo: son ellos, los que se quedan guardando el fuego para todos nosotros, son ellos quienes merecen todo el respeto de la Humanidad...”

Fermina Daza