dime una palabra más

Opinión:

A través de distintos pasajes de la vida de una mujer anónima que ya ha cumplido los cuarenta años, Iaia Caputo evoca las caprichosas idas y venidas de la memoria, los flecos deshilachados que va dejando cualquier recuerdo y que impiden la reconstrucción monolítica de nuestro pasado. Y como si fueran fogonazos reveladores, los instantes capturados en cada capítulo nos permiten conocer distintas facetas del personaje, de la niña que descubre los pies de barro de sus padres, de la adolescente traicionada por su gran amor, de la adulta eternamente insatisfecha que sale de caza por los centros comerciales de la ciudad.

Inevitablemente, esta obra me ha traído a la memoria a Natalia Ginzburg y Cristina Grande, dos autoras que llevan a cabo en sus novelas una exploración similar de los espacios domésticos y las relaciones familiares como elementos claves en la educación sentimental de sus personajes femeninos. Dentro de ese escenario cotidiano, Caputo sabe seleccionar instantáneas en las que lo trivial, el día a día rutinario adquiere una relevancia impensable, narrando desde una sencillez no exenta de hondura y sabiduría. Ese narrar venenosamente sencillo suele desembocar al final de cada capítulo en una certeza inevitable y en el aprendizaje forzado, muchas veces doloroso, que conlleva una nueva experiencia. Porque la vida va restándole inocencias al personaje central del libro, alguien que cree en las palabras como en una religión, que las necesita para contarse y para contar a los demás.

Destacaría, sobre todo, las partes que abordan la niñez y la adolescencia de la protagonista. Me parece que es en esos pasajes donde de una manera más clara se pone de relieve el peso de los recuerdos y cómo vamos acarreando años durante enteros las consecuencias de un instante decisivo. La protagonista reconstruye aquellos tramos de su propia vida con lucidez y sin concesiones. Habla de la infidelidad de la madre inestable, enmascarada por una puerta cerrada y el volumen demasiado alto de una canción francesa, de la primera vez que subió al BMW rojo del amante, con apenas quince años, de su abandono traumático, que la hace enfermar. Conmueve ese vaciado emocional, la sencillez y la crudeza con que se narra la entrega a la vida de la muchacha y las sucesivas decepciones que esta le depara. En mi opinión, no se alcanza el mismo nivel en la narración de otros aspectos vitales del personaje, que quedan más difuminados y resultan quizás menos comprensibles. Así sucede con los apuntes de su lucha para abrirse camino en el mundo del periodismo en Italia, copado casi exclusivamente por hombres en los años setenta y ochenta, o de su relación matrimonial, algo desdibujada. Sin embargo,  creo que el conjunto es un libro certero en su exploración del tiempo y las cicatrices, al que merece la pena acercarse.

Patricia Esteban Erlés