Descarriada

Opinión:

Que una novela de terror empiece su sinopsis diciendo que el marido de la prota es un maltratador ya es un buen comienzo para una historia de terror, una que, desafortunadamente, muchas mujeres viven a diario. Un terror cotidiano, nada de fantasmas ni vampiros ni muertos vivientes ni tonterías de esas, no. Un terror real.

Que comience in media res es un plus que te mete de cabeza en la piscina que son los pensamientos de nuestra prota y no te deja sacarla a tomar aire ni un momento hasta que finalices la lectura.

Angie tiene un marido rico, una casa de lujo y cosas caras que no se pone por miedo a que se rompan. Prefiere usar cosas de rebajas o de mercadillos.

Angie podría dejar a su marido, pero le gusta demasiado el dinero y, además, «el masoquismo era mi talento». No le gusta su marido, detesta esa mata de pelo que tiene en el interior de los muslos, detesta incluso tocarlo y siempre ha fingido sus orgasmos. En realidad está confusa respecto a su propia sexualidad pero odia a los hombres. A todos sin excepción… Salvo, claro, a Ben Landry, su fantasía hecha carne y encontrada por casualidad en un supermercado. Su cara, sus manos, sus muslos sin pelos (o así se los imagina ella)… Es el hombre con el que fantaseaba desde que empezó a… a fantasear sexualmente ¡y se lo encuentra! No solo eso, sino que se lo dice a su marido.

Este, ni corto ni cuerdo ni perezoso, está dispuesto a comprar la cara y el cuerpo del tal Ben. Vamos, que le pide que le describa la cara y el cuerpo y está dispuesto a someterse a todas las operaciones estéticas que hagan falta para ser un clon del tal Ben Landry, porque Angie es suya y solo suya.

«Pero, ay, también los odiaba a ellos.

h-o-m-b-r-e-s

Los odiaba a todos. Y eran demasiado estúpidos y demasiado seguros de sí mismos y de sus penes para darse cuenta.

Al único al que no odiaba con un ardiente pozo de disgusto era a Ben Landry. Porque estaba segura de que Dios lo había creado para mí».

  A partir de aquí comienza una espiral de modificaciones corporales ilegales (ningún cirujano en su sano juicio accede a las pretensiones del marido) a la que acompañará también rodajes de porno underground y «rarito» y que la arrastrarán a ella de cabeza a la boca del lobo. La novela cambia el registro hacia una body-horror aunque tampoco mucho ni muy gráfica, la verdad (pero sí, hay alguna escena que telita de grima) y lo combina con recuerdos de la sexualidad lésbica de Angie y su lucha por salir del armario, su negación y su posterior huida.

"Descarriada" es una novela incómoda por momentos, pero que aun así se lee con interés, con la intriga de saber cómo va a acabar la pobre mujer (incluso el desgraciado del marido), con una prosa y vocabulario ágiles que invitan a devorar la lectura y sorprende con un análisis de lo podrida que puede llegar a estar la especie humana.

Deseo y trauma, fetichismo y crudeza, metáfora de la represión autoinfligida, de los valores de la sociedad, de la opresión masculina y de la identidad sexual, esta novela corta y disfrutona es otra joya que La Biblioteca de Carfax nos regala para nuestro deleite. Y van...

Diego Palacios