cuentos de lo extraño

Opinión:

El prólogo que da inicio a esta recopilación de seis relatos del escritor Robert Aickman, está realizado por Andrés Ibáñez, y en él se reabre un debate que dentro del mundillo literario siempre resulta, como mínimo, alarmante: la supuesta discriminación que la literatura fantástica padece por parte de la literatura general. Algo que muy a menudo se debate y se contradebate en los foros literarios dedicados al género fantástico. Andrés Ibáñez reclama para Aickman la misma consideración, porque cree que no la tiene, que Cortázar, dado que advierte, entre ambos, similitudes narrativas y una calidad a la par. Considera que la parcelación de Aickman es un detrimento hacia su difusión y su respetabilidad crítica. Así pues, tenemos para empezar, un prólogo reivindicativo respecto a la obra de Aickman. Y en estos Cuentos de lo extraño tendremos seis de ellos (de los casi cincuenta que tiene su bibliografía) para comprobar y comparar su calidad.

Robert Aickman  ofrece en estos Cuentos de lo extraño una muestra de historias desasosegantes y sobrecogedoras que enraizan con el terror más clásico, el de toda la vida, pero que también rebuscan dentro de nuestro subconsciente, para encontrar nuestro lado más oscuro. Conocía de oídas las obras de este escritor, pero no había tenido la oportunidad de leer nada de él. Así pues y ante la oportunidad que nos ofrecía Atalanta, no pude desaprovecharla. Y me he encontrado con unos relatos que tienen una  altura narrativa muy alta. El estilo de escritura del autor inglés es refinado y sutil, con un terror solapado, con una sensualidad que rebosa energía y una capacidad para la descripción bastante alejada de lo que se suele utilizar en otros escritos de este género.

Las historias contenidas en Cuentos de lo extraño son, como decía anteriormente, inquietantes. Lo “extraño” está ahí, se intuye pero no se ve. Tendremos en la lectura de los relatos recuerdos de la narrativa de terror más genuina, pero a la vez, Aickman es capaz de llevarnos por otros caminos, los de la percepción del mundo que nos rodea a un nivel superior. Nos mostrará qué forma tenemos de relacionarnos con nuestro entorno y cómo éste nos coloca en situaciones diferentes y difíciles a las que no estamos tan acostumbrados. Nos movemos en las cercanías del terror psicológico, ese terror que anda más escondido, más subyacente.

El primer cuento (El vinoso ponto) revela la perduración de lo antiguo, con un inicio pausado, enseñando lo que ve el personaje y su obsesión con la isla que ve enfrente del pueblo donde se encuentra. El segundo cuento (Los trenes) es claustrofóbico y a medida que avanza en sus páginas, se va adentrando cada vez más y más en el campo pesadillesco para acabar de una manera desesperada. El tercer cuento (Che gelida manina) consigue crearnos “miedo físico”, algo que debería ser una de las metas de las novelas y relatos del género, hacernos inquietar de manera que sintamos ese “miedo” al leer. El cuarto cuento (La habitación interior) podría ser denominado como “el hermano diferente” de la familia. No sabría ubicar adecuadamente lo que nos está contando. Si a la realidad, a los sueños o a lo más profundo de la psique. El quinto cuento pertenecería a la vena romántica del terror (Nunca vayas a Venecia). El sexto cuento (En las entrañas del bosque), el último, es el perfecto colofón a la recopilación.

No me gusta desvelar en demasía de qué trata cada historia, porque creo que aquellos que gustan de leer relatos, y ya no solo ellos, si no aquellos otros que escriben relatos o cuentos (por la extensión más bien se podría denominar así) deberían tener como asignatura obligatoria la lectura de Aickman, de cómo construye atmósfera, de cómo desarrolla la trama sin necesidad de fuegos artificiales, con un ritmo pausado, imprimiendo a los personajes el perfil adecuado. Y por ende, agradecer la labor de Atalanta (con Jacobo Siruela e Inka Martí como cabezas pensantes y visibles) por recuperar a estos autores no tan habituales, ya que salvo otro de sus relatos incluido en la antología Vampiros, de la misma editorial, poco se ha editado en castellano de su obra.
 
Fernando Martínez Gimeno