Cuando los inviernos eran inviernos

Opinión:

Tiene razón este libro cuando señala que el invierno suele perder la batalla contra el verano en las preferencias humanas. Para contrarrestar ese hábito tan arraigado, Brunner propone seductores e incluso poderosos argumentos, históricos, literarios, artísticos, científicos, antropológicos, sensoriales, emocionales y biológicos, entre otros, para vindicar esta estación.

Referencias como la crudeza de la temperatura, la vehemencia del viento gélido, el resbaladizo hielo, la bravura de los mares, la persistente lluvia, la huidiza luz solar, o la nieve regia en su blanco dominio, sirven a este escritor para proponer momentos, ambientes, datos o circunstancias, que permiten una mirada distinta, una complicidad contracorriente, de una estación del año tan extrema en sus manifestaciones.

La virtud de esta obra descansa sobre su amenidad, que permite al lector adentrarse en el invierno mediante una placentera lectura que arracima con indudable eficacia y calidad literaria tan diversos argumentos y situaciones. Con datos y referencias de curioso interés, que en algunas ocasiones nos confronta con divertidas paradojas, como ese santa claus tan ubicuo que hasta alcanza a las zonas tropicales, con esa tan copiosa como forzada nieve en las representaciones navideñas en localizaciones donde esta es una quimera, o cómo varían las sensaciones térmicas según el rincón del planeta donde habita el ser humano.

Señala Brunner que en los orígenes sólo se contemplaba la posibilidad de dos estaciones, verano e invierno, y no es hasta la antigüedad romana cuando la ley de los ciclos agrícolas promueve el reconocimiento de las dos otras estaciones que irrumpen como transiciones temporales.

Con sus cuatro elementos, como el autor nos advierte, que pueden esconder una lógica que recuerda las fases vitales del ser humano, infancia, juventud, adultez y vejez; o referirse a los cuatro elementos y sus propiedades, caliente, frío, húmedo y seco.

Argumentos que se reúnen en un fascinante recorrido por un innumerable decurso de ideas, argumentos, referencias y situaciones, para hacer del invierno una parte tan fundamental de la vida como para remover emociones y sentimientos.

Un libro sensible, culto, ameno, original, que invita a una lectura tan apacible como ese invierno que se observa a través de una ventana en la proximidad de una buena chimenea.

Jorge Riet