Anika entre libros

belfondo

Ficha realizada por: Patricia Esteban Erlés
belfondo

Título: belfondo
Título Original: (belfondo, 2011)
Autor: Jenn Díaz
Editorial: Principal de los Libros


Copyright: 1ª Edición, 2011 ISBN: 978849383168
Etiquetas: ficción ucronía

Argumento:


Belfondo es el nombre del pequeño pueblo que pertenece al amo, un anónimo señor feudal que rige según su voluntad el destino de sus habitantes. Capítulo a capítulo vamos conociendo a los distintos personajes que viven en este extraño y remoto lugar, ajeno al paso del tiempo. Se entrelazan las vidas de un maestro que no quiere enseñar a leer a su mujer como único signo de rebeldía posible contra el dueño del pueblo, de un ciego que descubre que Dios es mujer, de una niña sorda que trabaja como campanera y se siente dueña del tiempo, de la prostituta del pueblo, quizás la única mujer libre, una sufrida viuda que sigue llevando a cabo los mismos ritos cotidianos de cuando vivía su esposo...

De esta forma asistimos a la creación de un mundo lleno de fantasía y simbolismo, deudor de Pedro Páramo o el  Macondo de García Márquez, pero también, sobre todo en lo que respecta al vuelo imaginativo y la frescura, de Ana María Matute. En suma, un debut prometedor que puede leerse y disfrutarse como un cuento para adultos.

Opinión:

Jenn Díaz  encabeza su primera novela con una cita de Ana María Matute que brinda la clave para entender el mundo que ha creado en ella, ex nihilo. La decana de nuestra literatura dice en esa cita que “un pueblo es un monstruo”, afirmación que desde luego puede aplicarse al territorio de Belfondo. Un pueblo monstruo de múltiples cabezas, las de todos los que viven en él, al principio aliviados, felices con la calma de quien siente que pertenece a un lugar; resignados, también, a obedecer al amo que instaura las normas, que decide los derechos y deberes de sus vasallos, a veces con el gesto benévolo de un señor generoso, otras con el índice impositivo de un dictador. Poco a poco, sin embargo, esa calma bovina del principio va convirtiéndose en un malestar sordo, disperso, con el que cada cual carga a su manera. Porque todos los belfondinos se sienten o están solos, y no creo que haya un solo habitante completamente feliz en sus casas y calles. De ahí que el inofensivo monstruo del principio vaya despertando y buscando una salida, un horizonte distinto, en el tramo final de la novela.

Mentiría si dijera que Belfondo me ha parecido una obra redonda. No, no lo es, a mi juicio, por diversos motivos entre los que destacaría el descuido o apresuramiento con que se rematan algunos capítulos. Hay cierta negligencia en el estilo de Díaz, algunos errores de concordancia, palabras que se repiten demasiadas veces, así como un esquematismo en la construcción de los personajes que desmerecen el conjunto, que no hacen justicia a los muchos aciertos de este primer libro, encantador y muy inspirado en determinados pasajes. Creo que Jenn Díaz debería haberle dado un poco más de tiempo y reposo a su novela. En mi opinión, sobran algunos capítulos y deberían pulirse otros, en detrimento quizás del desparpajo y la naturalidad con la que narra la autora, pero en aras de una madurez que le habría venido muy bien a una historia de líneas maestras tan atractivas.

En cuanto a sus aspectos positivos, diré que Belfondo se lee de un tirón y que algunas de sus ocurrencias son francamente brillantes. Por ejemplo, la creación ese poeta significativamente llamado Horacio, que trabaja como escritor de epitafios para sus vecinos, o la historia de amor de una mujer que sabe que su marido le es infiel, pero que disfruta tanto de las mentiras que él le cuenta para justificar sus ausencias, que calla, y deja pasar los días. Sin duda, Jenn Díez ama las palabras y sabe del valor, casi mágico, de un buen relato. Es evidente que busca ese buen relato y una voz propia, un estilo basado en la narración ligera que mezcla la acción con los diálogos y pensamientos de los personajes en un todo fluido.

También opta por llamar a sus personajes con nombres de resabios arcaicos como Beremunda, Társila, Petronilo (de ahí que choque la inesperada aparición de una muchacha llamada “Cuca”, que me parece cuando menos cuestionable, porque rompe con el efecto que ha conseguido crear previamente con esa onomástica singular, anticuada).

Por último, apuntaré que su novela oculta un sentido simbólico mucho más profundo de lo que podría pensarse en un principio, una crítica del poder impuesto y de lo azaroso de instituciones como la religión, la enseñanza o el gobierno. Hay, ya lo he dicho más arriba, una profunda sensación de aislamiento en los personajes que muchas veces te hacen leer sus peripecias con una sonrisa amable en los labios. Una desesperanza que crece y se adensa, que se convierte en clima angustioso y va invadiendo cada página. Me gusta su visión cruel de la infancia, muy en sintonía con la de Matute, en tanto periodo al que con suerte se logra sobrevivir. Díaz no se arredra al tratar temas delicados o directamente sórdidos, como el incesto o el abuso laboral y sexual que sufren los menores en Belfondo, como en cualquier otra sociedad. Me parece, en suma,  valiente, ese mundo a medias rosa, a medias gris oscuro que va pintando esta joven novelista, haciendo que los lectores nos preguntemos, a veces, si lo que se nos ha contado es un cuento de hadas o más bien una pesadilla.

Patricia Esteban Erlés

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