El principio del círculo

Opinión:

Cuando comencé a leer "El principio del círculo" lo primero que me extrañó -qué tontería- es que lo que leía podía haberlo firmado cualquier español o norteamericano. Nada diferenciaba la vida del joven japonés de la que lleva mi hijo en el instituto o su relación con Internet. Es absolutamente contemporánea. Y no está de más indicar que, efectivamente, eran (son) españoles los que se encontraban bajo el pseudónimo de Michi Kobayashi (¡sorpresa!). También de esa contemporaneidad que la califique en primer lugar como realista. Y añado la etiqueta de misticismo porque quiero que se entienda algo que está dentro de la historia.

La editorial Comanegra entendía este librito como literatura de adultos, hasta que -además de mi correo- recibió varios advirtiendo que era un libro ideal para niños a partir de 12 años más o menos. En esta historia crossover (para jóvenes y adultos) lo que leemos es realista, pero lo que cambia la vida de Hikaru tiene un punto diferente, podemos llamarlo místico o espiritual, aunque en el fondo nos habla de la energía que todos poseemos (esa sería la magia) y de la necesidad de tener contacto físico entre las personas. Por ello "El principio del círculo" tiene, cuando finaliza la historia, unas páginas extra dedicadas a lo que todos conocemos hoy como autoayuda.

Reconozco que yo, que no soy lectora de autoayuda, me he saltado esa parte porque no me atrae lo más mínimo, pero tiene sus seguidores y lo respeto. Pero es que quiero decir algo: sólo esa pequeña historia que cuenta Michi Kobayashi con tanta naturalidad y cercanía ya vale la pena. Es una de esas novelitas cortas ideales para sugerir en los colegios (porque en casa sugerimos y no siempre nos hacen caso, pero en clase se ponen títulos obligatorios y éste, además de ser muy cercano al estudiante, promueve con tacto valores, y ayuda a la autoestima). Lo que muestra "El principio del círculo" es lo necesaria que es la comunicación entre la familia, el contacto físico (los abrazos, por ejemplo), y lo bien que puede compenetrarse con esas nuevas amistades que los niños tienen a través de Internet con jóvenes a los que conocen muy bien pero sólo en la distancia, a través de redes sociales o webcams. Y también habla de superación personal, de acabar con traumas típicos de la edad (como no querer ponerse gafas por si se burlan de él).

Además de ser una novela corta (la historia tiene poco más de ochenta páginas) es muy sencilla y amena de leer, y aunque no sea una intriga al estilo de las novelas de terror, sí tiene esa pequeña intriga que llama nuestra atención y que tiene que ver con la señora que, según Hikaru, cambiaría su vida para siempre. ¿Adivináis qué hace esta buena mujer con la joven que necesita ayuda y está tirada en el suelo? Para eso hay que leer la historia. 

Anika Lillo