1982

Opinión:

Desde hace ya mucho tiempo, una obsesión de Sergio Olguín ha sido adaptar los mitos clásicos a la modernidad (cabe recordar, por ejemplo, "Las griegas" que publicó en 1998). Sin embargo, sus últimas novelas habían cogido un rumbo totalmente distinto, el de la novela policíaca en torno a la figura de la ya célebre Verónica Rosenthal. Tras tres publicaciones seguidas de esta famosa detective, Olguín ha decidido desconectar de ella con una historia totalmente diferente a las que estaba escribiendo: "1982".

1982 es, de hecho, uno de los años más simbólicos para todos los argentinos, pues el conflicto en Malvinas no dejó a nadie indiferente. Tampoco a los protagonistas de esta historia. Fátima provenía de una familia pobre tucumana y comenzó a labrarse una vida como modelo. Fue el teniente coronel Augusto Vidal quien la sacó de aquella vida desastrosa y le otorgó todas las comodidades que una mujer podía necesitar. Por su parte, Pedro siempre había renegado de la familia -criticado por su rechazo a una carrera militar- y estudiaba Filosofía y Letras, al mismo tiempo que trabajaba en una clínica dental y frecuentaba bohemios cafés. En aquellos momentos comenzaba a tener encuentros románticos con una compañera de clase, Silvina.

Sin embargo, toda satisfacción se tuerce cuando un amor prohibido se materializa. Como el clásico mito de Fedra -cuya adaptación más famosa sea posiblemente la de Racine-, esta novela plantea el amor de una madrastra. No obstante, Sergio Olguín añade dos nuevas variables a la historia: ¿qué pasaría si ese amor es correspondido por el hijastro? ¿Y si Fedra (Fátima) tiene otra hija pequeña a la que cuidar? Así, "1982" no nace solo de la tragedia, sino que tiene también un alto componente de erotismo (eros y tánatos, dirían los expertos) y una reflexión en torno a la maternidad.

Con una prosa sencilla, austera y muy accesible, Sergio Olguín desentraña aquí las incógnitas de un amor prohibido, casi incestuoso. "1982" es una novela para personas inteligentes, sin prejuicios, y con ganas de vivir un amor contemporáneo con reminiscencias clásicas. 

Darío Luque