el corazón del tiempo. bellenuit i

Opinión:

Cuando tenía unos doce o trece años había una serie que me hipnotizaba, se titulaba “De otro mundo” y narraba las peripecias de una chica que con sólo juntar sus dedos índices era capaz de detener el tiempo. Recuerdo que mis amigas y yo fantaseábamos con lo que haríamos si tuviéramos semejante poder (nada bueno, cosas de la edad); gracias a Juanjo de Goya ahora sé lo que me podría encontrar al otro lado.

“El corazón del tiempo” es una de esas historias que te devuelven a la adolescencia, justo a ese momento en el que la vida no te había dado ningún golpe, crees que todo es posible, y, además, sospechas que tienes el tiempo en tus manos, aún quedan unos años para darte cuenta de que el gran protagonista de esta historia, el tiempo, es un tirano al que no hay manera de vencer… bueno, si eres Alex, sí.

Hay que agradecer a Juanjo que haya creado una historia tan imaginativa sin caer en el plagio de “Momo” de Michael Ende, ni “El coleccionista de relojes extraordinarios” de Laura Gallego como han hecho otros autores al hablar del tiempo, y que además se haya documentado tan exactamente bien sobre los términos que emplea en su obra que hacen referencia a la cuarta dimensión.

Fruto de todo esto es la primera entrega de la saga Bellenuit, una historia redonda, bien orquestada, sin cabos sueltos, plagada de sorpresas y vueltas de tuerca que acerca la ciencia ficción al público juvenil consiguiendo que los adultos la lean con sumo agrado.

Inevitable, ese lugar en el que todo se crea y se destruye, reino de cronarcas y lemniscatas, está dotado de magia y vida propia, es un rincón fabuloso que el autor ha abierto ante nuestros ojos con una sencillez pasmosa, tejiendo personajes, historias y mundos en una red de ilusión que logra que el tiempo se altere aquí, a nuestro lado de la realidad. Tomando elementos de la Física, la Matemática, y la Mitología, retorciéndolos a su antojo para que encajen en la narración, nos zambullimos en un universo que bien puede ser el paraíso o el infierno, sacando gran provecho de esa idea tan antigua como el mundo de que alguien nos vigila desde algún sitio y rige nuestros designios. En este sentido podemos decir que la predestinación subyace en la trama desde el primer momento, todo ocurre por una razón, porque un ser superior lo ha decidido así, aunque también se nos deja claro que eso no es del todo cierto, sólo les ocurre eso a aquellas personas que no se arriesgan, y Alex no es de esas.

Alex es un personaje peculiar, no actúa así ni por curiosidad ni valentía, es el miedo a perder la cordura, a perder todo su mundo lo que la lleva a pasar al otro lado, lo que no la convierte en una heroína, más bien en una adolescente normal a la que sacas de su ambiente y ha de acomodarse al nuevo, y lo hace, ¡vaya si lo hace! Da igual en qué parte de los dos mundos se desenvuelva la chica, nos da la impresión de que pertenece ahí desde su nacimiento, algo que viene muy bien para un determinado momento del desarrollo, y una muestra más de lo bien organizado que lo tiene De Goya desde el principio.
 
“El corazón del tiempo” es un viaje por el amplio universo de ese tirano inexorable que en realidad es, dueño y señor de todas las cosas, que nos demuestra que lo más aterrador que puede ocurrirle al ser humano es que se altere, el tiempo lo es todo y es nada a la vez; el concepto de infinito se despliega en su totalidad para señalarnos la fugacidad de un momento, aquí, ahora, pero la eternidad del mismo en su recuerdo, el presente es una vana ilusión, el futuro aun está por desarrollarse. No es de extrañar que las jugarretas del viejo Cronos estén presentes en el desarrollo a modo de giros inesperados, especialmente ese cliffhanger final tan inesperado como bueno, y que nos deja con ganas de leer más en el siguiente volumen de la saga.

La única pega que se le puede sacar a la novela es que en su afán por acercarnos a Inevitable de una manera concisa, Juanjo cae en la tentación de describir en un par de ocasiones en exceso, no le hace falta, gracias a sus protagonistas descubrimos ese mundo en su totalidad, y hay detalles que serían prescindibles, poca cosa frente al excelente trabajo que ha desarrollado.

Por desgracia no soy ni Alex, ni la chica de “De otro mundo”, no sé si alguna vez descubriré “El corazón del tiempo”, pero leyéndolo éste se me ha pasado volando, a lo mejor eso quiere decir algo…

Patricia Rubiera