Zombi. Mito y realidad de la religión vudú

Opinión:

Asociamos el vudú a muñecos a los que se les clavan agujas para hacer daño a la persona a la que representan. También a rituales en los que la sangre es el vehículo que permite al hechicero contactar con los espíritus. Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Qué es realmente el culto vudú?

Juan José Revenga, en "Zombi. Mito y realidad de la religión vudú", visita los lugares más importantes relacionados con su culto: Haití, Benín y Luisiana. Desde allí nos invita a conocer el origen de una de las religiones más antiguas del mundo y cómo ha evolucionado hasta nuestros días.

Esta crónica, narrada en primera persona, nos describe las penurias que pasó el autor en cada uno de esos lugares para recabar información sobre el vudú, una de las religiones más antiguas del mundo, y sin duda la más temida. Describe su experiencia de una manera tan vívida que llegas a sentir el miedo en tu propia piel.

El vudú tiene sus orígenes en África, pero donde se ha dado a conocer, de una manera más siniestra es en Haití y Luisiana. En esas regiones se ha utilizado para aterrorizar y controlar a la población mediante la zombificación, el mayor castigo del vudú. Un castigo que transforma a una persona en un muerto viviente gracias, entre otros, a la tetrodotoxina, el veneno del pez globo.

Ese castigo se ha usado durante siglos para tener mano de obra esclava en las plantaciones de azúcar o algodón y en la actualidad se sigue utilizando para controlar a las víctimas del tráfico de blancas.

El vudú llegó a América con los esclavos capturados en África y vendidos a los dueños de las plantaciones. Entre ellos llegaron los más poderosos hechiceros que, hastiados de una vida de maltrato y hambre, invocaron a los más más peligrosos de sus dioses para conseguir la ansiada libertad.

Lo lograron en cierta manera, pero el mal llegó para quedarse y hoy en día son muchos los que viajan desde Estados Unidos o Europa buscando a un bokor que les haga un "trabajo" para conseguir lo que desean. Un trabajo que, obviamente, tiene un precio, tanto para el hechicero como para la persona que lo solicita.

El autor nos relata sus viajes sin subterfugios. Nos muestra de manera descarnada sus reuniones y el precio que tuvo que pagar por descubrir los milenarios secretos, hasta el punto de tener que poner pies en polvorosa pese a su dilatada experiencia profesional.

Un libro que ayuda al lector a comprender la complejidad del vudú y a respetar sus principios, porque es una religión que venera principalmente al mal. Y los castigos por incumplir sus normas se pagan en esta vida, no después de la muerte.

Ana G. Aranda