Anika entre libros

Vida de Alejandro, por Bucéfalo (juvenil)

Ficha realizada por: Arturo Tendero
Vida de Alejandro, por Bucéfalo (juvenil)

Título: Vida de Alejandro, por Bucéfalo (juvenil)
Título Original: (Vida de Alejandro, por Bucéfalo, 2005)
Autor: Eloy M. Cebrián
Editorial: Alfaguara
Colección: Serie Roja


Copyright:

© Eloy M. Cebrián, 2005

© Alfaguara, 2005

Edición: 1ª Edición, Septiembre 2005
ISBN: 9788420468921
Tapa: Blanda
Etiquetas: animales biografía ficción histórica histórica 17 años 15 años 14 años 16 años literatura juvenil
Nº de páginas: 288

Argumento:

Bucéfalo, tal vez el caballo más famoso de todos los tiempos, narra su vida junto Alejandro Magno, al que acompañó en su sueño de conquistar el mundo. Tomando como punto de partida la infancia de Alejandro y sus sueños de formación, seguiremos a caballo y jinete en el más fascinante de los viajes, un periplo jalonado de batallas, gestas y prodigios que nos conducirá desde la Grecia antigua hasta la misteriosa India y los confines del mundo conocido.

 

Opinión:

La exclusiva del caballo de Alejandro
por Arturo Tendero, poeta, periodista y profesor de secundaria

Hay tópicos que nunca mueren: del mismo modo que el asesino de las novelas policiacas suele ser el mayordomo, la sirvienta de la "jet" resulta ser también la que saca a relucir los trapos sucios de la familia vendiéndoselos al "Diez Minutos" o una revista por el estilo. Supongo que Eloy M. Cebrián tuvo esto muy presente cuando decidió que la mejor manera de contar la vida de Alejandro Magno era comprarle las memorias al caballo, ya que aquel famoso conquistador macedonio pasó más tiempo sobre la grupa del equino que sobre sus propias piernas. "Vida de Alejandro, por Bucéfalo", se titula la novela, que se nos entrega dividida en dos partes. La primera ("Filipo") concluye cuando un veinteañero Alejandro (que aún no se ha ganado el título de Magno) toma las riendas de lo que será su imperio. En la segunda ("Asia"), participamos desde las filas de su ejército en la expedición de conquista más célebre y asombrosa que a conocido la humanidad, la que llevó a los rudos macedonios desde sus montañas en el norte de Grecia hasta la fabulosa India, que entonces se consideraba el confín de las tierras.

En sus años mozos, que son los que recoge la primera parte, el futuro emperador ni siquiera desmontaba para escuchar las enseñanzas de su preceptor Aristóteles, porque no había tiempo que perder, las guerras acechaban y había que entrenarse continuamente. En cierta manera esta obsesión por el entrenamiento no ha cambiado, y desde que se sostienen, están nuestros muchachos dale que te pego, no encima de una montura, claro, sino detrás de un balón. El caso es que el caballo, que ya habrán adivinado que se llamaba Bucéfalo, a poco que fuera un poco espabilado, aprendería filosofía de primera mano, las artes de la batalla, por supuesto, y las anécdotas y los entresijos más inconfesables de la familia del insigne jinete.

A Eloy M. Cebrián le ha salido bastante más barato que a las revistas del corazón conseguir la exclusiva, porque el caballo Bucéfalo llevaba tantos años muerto que estaba deseando darle a la lengua. Aunque se supone que se encuentra ya en las últimas, deshauciado por los veterinarios y con un socavón en el pecho por el que se le escapa la existencia. Pero es de todos sabido que, durante la agonía, la vida que uno ha vivido desfila por las mientes con el detalle y la intensidad de una lección última de la que se da el repaso de urgencia antes de presentarse al examen. El autor ha conseguido que la elocución de Bucéfalo tenga esa contextura.

Por supuesto que al principio choca un poco que sea un caballo el que realice tal alarde de sabiduría y elocuencia, pero sólo en las dos primeras páginas, hasta que uno le coge el hilo y ya está preso de la narración, que como todas las intimidades bien contadas, no tiene desperdicio. Porque Bucéfalo será un caballo, pero se explica como Jenofonte lo haría si hablara castellano, con profusión de datos, riqueza de descripciones y realismo en los diálogos. Y, sobre todo, con un ritmo tan hipnótico que se nos hace difícil dejar de escucharlo. Encima, le lleva de ventaja a Jenofonte que éste no sabía lo que pasaba en las cuadras cuando se ausentaban los hombres. Lo único que no puede pedírsele es objetividad, porque ya se sabe que los caballos y los perros son ciegamente fieles a sus amos. Y ya me contarán cuando lean la novela si Alejandro no resultaría algo sospechoso, por ejemplo, de la muerte de su tuerto padre, el rey Filipo.

Eloy M. Cebrián asegura que escribió el relato con la intención de destinarlo a los jovenzuelos y jovenzuelas de enseñanza secundaria, con lo que me he sentido muy rejuvenecido después de leerlo por dos veces, ya que en ambas ocasiones lo he disfrutado como si estuviese hecho para mi propia edad. "Vida de Alejandro, por Bucéfalo" es ya el séptimo libro en una obra que alterna la narrativa juvenil con la ficción para adultos, el género histórico con el policíaco, la novela con el cuento literario. El autor ha ganado algunos premios importantes, pero se siente especialmente orgulloso de haber conseguido publicar este libro sin pasar por le requisito previo de un certamen, signo inequívoco de haber alcanzado un cierto nivel de calidad y madurez narrativa.

Ahora a esperar la próxima novela de este autor (que se promete extensa y jugosa), con la satisfacción de que en la ciudad de uno se escriban cosas de esta calidad, que las edite un sello del prestigio de Alfaguara, sobre todo, que las escriba un tipo con el que uno puede encontrarse casi a diario y comprobar que le han quedado algunos ecos, apenas perceptibles, del griego en el que hablaba Bucéfalo. O tal vez sea que a Bucéfalo le han quedado acentos del castellano de Eloy M. Cebrián.

 

 

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