punto omega

Opinión:

La nueva novela de Don Delillo te deja una extraña sensación cuando la terminas. Una especie de desasosiego que impide que te olvides de ella, que hace que quieras volver a ella para releer partes, ideas, párrafos, Sensaciones. A pesar de su brevedad y de su aparente simpleza, es de esas lecturas que sin saber muy bien por qué te afectan de manera especial. Será por esa prosa minimalista, oscura y poética. O tal vez por el escenario del desierto y esa mezcla de inmensidad y aislamiento, el hombre contra la naturaleza. Quizás por esos tres personajes, que terminan formando un sucedáneo de familia. O será también por lo que cuenta. En esta ocasión Delillo habla sobre el tiempo y la muerte, sobre la pérdida, sobre la guerra, sobre el agotamiento de la sociedad actual, tan poco dada a la espiritualidad y a la interiorización. Para ello construye una historia perfectamente estructurada entre dos capítulos digamos, al margen (uno al principio a modo de introducción y otro al final como epílogo, en los que el autor nos habla de “Psicosis 24 horas”, una obra videográfica que el artista Douglas Gordon presentó en el MOMA, consistente en la proyección ralentizada del film de Alfred Hitchcock hasta una duración de veinticuatro horas. El propio autor ha confesado que la contemplación de esta obra fue el punto de partida de esta novela. En el brillante primer capítulo introductorio, tan propio del autor, ya se nos adelantan algunas ideas sobre las que versará la novela.

Como decíamos, es sorprendente que un libro tan breve y de lectura en apariencia tan sencilla deje tanto poso. En el libro hay poca acción, todo se desarrolla a través de diálogos o de descripciones del desolado e inmenso entorno, marco en el que el autor consigue detener el tiempo, y los autores reflexionar sobre el punto omega, o nivel superior de conciencia. Todo ello narrado a través de un lenguaje en ocasiones tan críptico como poético, plagado de párrafos brillantes sobre el tiempo perdido, sobre el miedo a la muerte, algo que no sorprende si tenemos en cuenta que el autor ya tiene 74 años.

Delillo ha vuelto a escribir un libro que es bello de una extraña manera, pesimista pero inteligente al mismo tiempo. Breve, sugerente y profundo como un haiku, que en la simpleza de sus formas esconde una realidad mucho mayor y más compleja. A veces tan compleja que como el propio autor afirma, las palabras no son suficientes.

Jorge Borondo