Prometeo

Opinión:

En el verano de 2019, meses antes de que eclosionara la pandemia y el confinamiento que todos recordamos, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida se estrenó un "Prometeo" con dirección de José Carlos Plaza y cuyo reparto se sustentaba sobre la figura de Lluís Homar, acompañado en segundo plano por Fran Perea y Amaia Salamanca.  El texto de la obra había sido escrito por el poeta Luis García Montero a petición del director, pero se trataba de una propuesta que había caído sobre una mesa de trabajo repleta de materiales oportunamente preparados para la ocasión: el autor de "Habitaciones separadas" llevaba tiempo reflexionando sobre los mitos y, en concreto, sobre su utilidad como herramientas seudohistóricas para analizar la propia condición humana en relación con su pasado histórico. García Montero creía poder hallar respuestas, en el ambiguo y escabroso terreno de los mitos, ante la situación de desamparo en la que se encuentra el hombre tras la disolución de los grandes relatos y su caída en el abismo de la posmodernidad.

De ahí que la obra transcurra en un espacio incierto, bautizado por el autor como 'el desván de la historia' y caracterizado misteriosamente como un lugar donde la historia guarda objetos que no están en uso, pero que sus dueños no han querido tirar. Distintas representaciones pictóricas y cinematográficas de la violencia sirven para construir ese escenario, cuyo espacio será ocupado rápidamente por dos personajes enfrentados: un Prometeo joven y orgulloso y otro, ya en su vejez, con ciertos remordimientos. El diálogo generacional que se establece entre ambos personajes permite reconstruir una meditación sincera y filosófica sobre la modernidad, tomando como punto de partida el acto de entrega del fuego a los hombres. Las consecuencias del progreso, la desilusión y la falta de fe ante el prodigio de la humanidad son algunos de los elementos que se ponen en juego, a menudo catalizados por el acoso del coro (un círculo de personajes formado por Fuerza, Crueldad, Violencia, Compasión y Libertad) o por las tentaciones que recibe el joven Prometeo por parte de Hefesto, Océano y Hermes.

A lo largo de la obra, el joven Prometeo reivindica los dos elementos que más fuerza le dan para seguir resistiendo en su castigo. Uno de ellos, y quizás el más importante de la obra, es el amor, encarnado en la mítica figura de Ío: tras ser apartada de Prometeo, deambula por el mundo escondida tras una abyecta máscara bovina, huyendo de Zeus, que la persigue para hacerla suya. El encuentro pasional entre Ío y el joven Prometeo, premeditado por el viejo, catapulta el otro elemento que confiere identidad y orgullo al personaje: su secreto, el privilegiado conocimiento del héroe que destronará a Zeus de su reinado celestial. En la obra, Prometeo empieza a ser humano en tanto que se enamora, pero no sólo de Ío, sino de la propia condición libre y cambiante de la humanidad.

La edición del texto dramático de "Prometeo" se completa con varios escritos poéticos y ensayísticos de Luis García Montero. Un prólogo autorreflexivo de cuarenta páginas sirve como pórtico para la obra teatral; en él, el autor caracteriza su poética literaria por medio de comparaciones y ejemplos de otros autores de su gusto, tales como Federico García Lorca o Benito Pérez Galdós. Tras el texto dramático se incluye "Un poema para la autora del moderno Prometeo", en homenaje a Mary Shelley, y el libro se cierra finalmente con un "Manual de instrucciones para seguir viviendo", formado por reflexiones políticas muy en la línea de los artículos que el propio autor publica en InfoLibre.

Darío Luque