Promesas de arena

Opinión:

Pocas veces nos paramos a pensar en las diferencias entre Occidente y Oriente, entre árabes, cristianos y judíos. La realidad que reflejan los medios de comunicación parece insistir en que están condenados a la falta de entendimiento, como mínimo. O a esa violencia que estamos tan acostumbrados a ver en televisión que ya casi ni duele. Laura Garzón nos hace reflexionar sobre todo ello en esta novela sencilla pero profunda, ganadora del Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal en 2015.

La trama une amor, pasión, amistad y solidaridad y nos cuenta una historia para hacernos pensar. Pero también, para hacernos sentir e, incluso, para plantearnos qué haríamos nosotros si nos viéramos en el lugar en el que está Lucía, si tuviéramos que elegir entre el bien personal y el bien común, entre un hombre bueno y un hombre oscuro, entre el amor y la pasión, entre nuestro futuro y el de nuestro hijo o nosotras mismas y nuestros deseos.

La autora plantea una estructura muy eficaz en la que juega con la cronología de la historia y que le permite viajar en el tiempo para ir mostrándonos el argumento de la novela. Esa ruptura de la línea temporal contribuye a generar la intriga que te mantiene dentro de la obra (¿qué pasó para que las primeras palabras de Lucía sean las que son?) y, al mismo tiempo, muestra las conexiones entre hechos distanciados en el tiempo, los efectos y las consecuencias de nuestros actos, por muy alejados en el tiempo que estén.

Junto a esa estructura eficaz, Garzón presenta una historia solvente y bien dosificada en una narración en primera persona que nos permite empatizar desde el principio con Lucía, protagonista y narradora de la novela. Vemos los hechos a través de sus ojos pero eso no impide que, en algún momento, también reconozca sus errores de percepción, sus grandes fallos, lo que da la posibilidad al lector de tener una visión más completa de los hechos narrados.

Finalmente, otra de las grandes bazas de esta novela es su ambientación. Personajes, escenarios, conflictos, denuncias, hechos… todo está perfectamente entrelazado para situar al lector en la Franja de Gaza, en sus peligros, en la complejidad de lo que ocurre allí y, sobre todo, en la piel de quienes viven esa situación día tras día. Ambientación y reflexión se unen, pues, para hacernos partícipes de lo que se siente estando allí, para hacernos abrir los ojos frente a algo que vemos en los informativos día sí y día también pero a lo que prestamos poca atención.

Una novela, pues, muy fácil de leer (tanto por su estructura como por su tema, sus ágiles diálogos y sus capítulos cortos) pero que plantea una serie de temas profundos y sobre los que vale la pena reflexionar.

Lidia Casado