Palabra de reina

Opinión:

Qué mejor manera de comenzar una novela histórica que con una clase bien dada, un guion que se repite durante la narración cronológica de los hechos y que permite avanzar en los datos más interesantes de la biografía de Catalina de Aragón, desde que llegó a Inglaterra como infanta de Castilla hasta que se coronó reina de un país al que le esperaban muchos cambios en todos los aspectos, gran parte propiciados por ella.

A Catalina la vamos conociendo a base de las continuas fatalidades que tiene que superar, pues al poco tiempo de su enlace con el heredero al trono, Arturo, el príncipe de Gales, muere sin haber consumado el matrimonio: un hecho que más adelante es clave en esta trama de intriga que se va completando cuando, después de muchas trabas, se casa con su hermano pequeño, Enrique, nuevo heredero de Inglaterra.

En este punto entramos en el eje central de la novela, es decir, la búsqueda de un varón que cumpla con la sucesión; un camino que se agrava con embarazos que no salen adelante, niños que murieron a los pocos meses de nacer o el disgusto que se llevó Enrique VIII cuando nació su hija María, la única que le sobrevivió a Catalina; no obtener la descendencia masculina que pretendía es un hecho que seguiría repitiéndose en cada uno de los enlaces con sus otras cinco esposas.

A estos inconvenientes hay que añadir el rosario de infidelidades del monarca, la mayoría con las damas de compañía de la reina, entre las que van apareciendo nombres conocidos por todos como Ana Bolena, la que sería segunda esposa de Enrique VIII, o Catalina Parr; así como los hijos ilegítimos. Unos datos que, aunque conozcamos de antemano, no empañan el relato sino que le añade la porción justa de intriga al asistir al relato de los hechos.

Cabe destacar el perfil de Catalina de Aragón dibujado por la autora, en el que se puede apreciar la educación recibida por los Reyes Católicos y que le valdría para inclinar la balanza a su favor en los asuntos y conspiraciones a los que tuvo que enfrentarse, especialmente cuando vio perder parte de sus influencias a la muerte de la reina Isabel de Castilla. Sus conocimientos de estrategia militar y de diplomacia le ayudaron para mediar en los conflictos con Escocia en ausencia de Enrique VIII; un arma de doble filo al convertirse en una mujer más respetada y admirada que el rey.

El punto culminante con la separación de la Iglesia de Roma tras la llegada del protestantismo de la mano de Thomas Cromwell o el personaje de la futura reina de Inglaterra, María Tudor y Trastámara, son alguno de los episodios en los que no me importaría involucrarme de nuevo; espero sea a través de la amena narrativa de Gema Bonnín.

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