Anika entre libros

memorias literarias

Ficha realizada por: Ariodante
memorias literarias

Título: memorias literarias
Título Original: (literatúrnye vospominániia)
Error loading MacroEngine script (file: ObtenerAutoresResenya.cshtml) Editorial: Nevsky Prospects


Copyright: Traducción de Joaquín Torquemada Sánchez
Prólogo de Andrés Santana Arribas
Índice Onomástico
Apéndice: Cartas a Chejov ISBN: 9788493746643
Etiquetas: autobiografía autobiográfica autobiográfico autores biografía escritores literatura literatura rusa rusos

Argumento:


Las memorias de este escritor decimonónico ruso, además de ayudarnos a comprender gran parte de su obra y su actitud como literato, lo que realmente hacen es mostrarnos la sociedad rusa, el ambiente literario de la Rusia decimonónica, puesto que Grigoróvich tuvo la oportunidad de conocer y relacionarse con los grandes autores rusos: Turgéniev, con quien mantuvo una larga y fructífera amistad,  Dostoievski,con quien compartió piso en san Petersburgo, Tolstoi, a quien conoció cuando estaba en la milicia,  Chejov y muchos otros, que en España son apenas conocidos.  

Dmitri Vasílievich Grigoróvich (Cheremshán,1822 - San Petersburgo, 1900), novelista ruso. Nacido en una familia de pequeños terratenientes, de padre ruso y madre francesa y educado en francés hasta los ocho años, desempeñó actividades muy diversas: trabajó en la administración del teatro principal de San Petersburgo, fue académico, coleccionista y crítico de arte, traductor y colaborador de revistas literarias, secretario de la Asociación de promoción pintores jóvenes, etcétera. Estuvo muy vinculado a Iván Turgénev, Dostoyevski, Belinski, Nekrásov, Panáyev y otros eminentes escritores y poetas de la época. Colaboró en la revista El Contemporáneo, portavoz de la más alta intelectualidad rusa. Su obra más conocida es la novela Antón el desdichado, publicada en 1847.

Opinión:


Leyendo este libro no llegamos a conocer totalmente a su autor, porque su memoria flaquea en muchos tramos o simplemente, sólo le interesa contarnos algunas cosas de sí mismo, mientras que otras – sobre todo, su vida íntima, personal- quedan en la oscuridad. No sabemos nada de sus relaciones con las mujeres, no nos dice si estuvo casado o tuvo hijos, sólo sabemos de la relación con su madre y con su autoritaria abuela. Por lo demás, lo que sí nos cuenta son sus múltiples relaciones con la crema de los autores rusos del momento. De ahí que sean memorias “literarias”.

Grigoróvich no fue un autor de primera fila, de hecho, dudó mucho antes de decidirse a la literatura: primero lo intentó con la ingeniería, luego con el arte, después con el teatro... y finalmente, tras algunos escarceos periodísticos, aterrizó en la literatura. Pero sus memorias son un testimonio de primera mano respecto a muchos autores: llegó a convivir con Dostoievski, y nos cuenta de sus hábitos y su escabroso carácter; se relacionó, aunque brevemente, con Lev Tolstoi, del que nos resalta su obsesión por llevarle la contraria a todos; con Turgueniev pasó muchas veladas, incluso fue invitado en su casa de campo; pero además, asistió a múltiples salones y tertulias literarios de la aristocracia en San Petersburgo, alternando con temporadas en su aldea natal, donde se refugiaba para escribir.

Se decantó por una escritura realista, llevando a ella vidas de gente del pueblo, asunto novedoso en aquel momento, e incluso peligroso, puesto que tuvo conflictos con la censura por las posiciones mantenidas en sus obras, generalmente defendiendo a los siervos contra los señores. Pero tampoco fue un conflicto que no supiera sortear, aun a costa de variar posiciones y finales poco afortunados. Grigoróvich salió adelante.

Son interesantes las reflexiones que, a modo de digresión, nos ofrece sobre el trabajo literario, que a su juicio no sólo precisa de talento, sino de muchas horas de esfuerzo y tesón, además de los contactos adecuados para poder publicar.

En suma, una lectura interesante y entretenida, no demasiado amplia ni profunda, pero que ilustra sobre un campo (la literatura rusa) en el que aún tenemos mucho que aprender y conocer en España. 
  
Ariodante

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