Lo que el cuerpo sabe

Opinión:

Leer a David Grossman son palabras mayores. Autor de pluma juguetona y, a veces, enrevesada, hay que poner un especial interés para captar los vericuetos por los que discurren las mentes de sus personajes y estar bien despiertos para no perder el hilo de lo que nos está contando. Al menos, así me ha ocurrido en esta novelita corta, "Lo que el cuerpo sabe", la cual, creí (ingenua de mí) que leería en un par de ratos, pero me he descubierto postergando su conclusión por el respeto que me producía lo que allí estaba leyendo.

Seamos sinceras, esta novela no es fácil de leer. Ni, como he mencionado por la pluma engalanada del autor y la profundidad de las psiquis que crea, ni por la temática en concreto que toca. En este caso, "Lo que el cuerpo sabe" aborda de pleno y en profundidad las relaciones materno-filiales, especialmente las que tienen como protagonistas dos mujeres y cómo ambas se influyen y cambian el estatus y la concepción que la otra tiene de sí misma en el mundo. Para ser más clara, en estas páginas nos encontramos una profunda reflexión sobre la maternidad y sobre la feminidad. Sobre ser mujer, madre, hija, amante, y esposa y sobre cómo cada uno de estas etiquetas que pueden definir a una mujer van condicionando su lugar en el mundo y lo que la sociedad espera de ellas. Más aún, con Nili y Rotem asistimos a una exploración de cómo las madres pueden configurar hasta cierto punto la identidad de sus hijas y de cómo éstas también trastocan la vida de aquellas por el mero hecho de venir al mundo y convertirlas en algo más; en madres. Y esta parte es la que más interesante me ha parecido y la que ha ralentizado la lectura porque, sin duda alguna, no es sencillo asimiliar todo lo que estas dos mujeres se dicen y, a menudo, me encontraba aturdida o ya sobrepasada cuando sólo había leído veinte páginas.

Por otro lado, aunque estas reflexiones han supuesto el punto impactante de esta novela, también es verdad que la manera en la que está estructurada la obra a menudo se me hizo pesada de más y no en el buen sentido. A los fragmentos del presente en el que Nili está muriendo de cáncer y Rotem viaja hasta ella para despedirse se van intercalando fragmentos de una historia que tiene como protagonista a la madre pero que hasta casi el final de la novela no sabemos qué pintan en ella o hacia dónde nos quiere conducir. Rotem es escritora y, dado que hay algo que ocurrió entre ella y Nili que la llevó a no volver a querer saber de ella, ha escrito un relato en el que recompone qué cree que hizo su madre de manera que, mediante la lectura, Nili descubrirá de primera mano lo que piensa su hija de ella. El problema es que esta historia puede tener mucho sentido para ellas, que saben de qué están hablando o hacia dónde se dirige el relato, pero a mí personalmente me ha resultado entre desconcertante y aburrida en comparación con el encuentro madre-hija propiamente dicho.

Por todo lo dicho, aunque soy consciente del valor literario que tiene la prosa de Grossman y aunque también he disfrutado con muchas de sus descripciones, este "Lo que el cuerpo sabe" no ha resultado una lectura tan placentera como esperaba en un principio. 

Pdta.- En la edición de Lumen, la sinopsis confunde los nombres de Nili y Rotem. Rotem es la hija; Nili la madre, no a la inversa.

Ana Vanesa Cremades