Las primeras víctimas de Hitler. En busca de la justicia

Opinión:

¿Por qué Alemania? ¿Por qué los judíos? ¿Por qué la Shoah? ¿Acaso no hubo alemanes que intentaran detener la oleada de genocidios, el maltrato hacia el débil, que alzaran sus voces contra la barbarie? Todas estas preguntas han tenido su espacio en la mente de la mayoría de los europeos en el último medio siglo, sin que haya nadie, con la autoridad suficiente, que haya dado una respuesta concreta. 

Sin caer en las grandilocuencias y banalidades que viene siendo habitual cuando se habla de los nazis, el historiador Timothy W. Ryback analiza la lucha que libró un pequeño fiscal del estado de Baviera en la primeravera de 1933 contra la violencia que se estaba ejerciendo en el campo de Dachau. 

A modo de resumen: desde el final de la Primera Guerra Mundial, en Alemania se instaura la conocida como República de Weimar, un periodo de muy relativa estabilidad, que pretendía regenerar y encauzar el nacionalismo imperante alemán que había desembocado en una guerra en Europa hacia una sociedad más democrática. En este ambiente de posguerra, con una grave crisis económica de por medio, una depresión que sumió en la pobreza a gran parte de la sociedad germana, fraguaron unas tropas de asalto denominadas Freikorps, embrión de las SA y del partido nacionalsocialista. Tras una serie de 'catastróficas desdichas' en el ámbito político, de luchas internas por el poder, a primeros de 1933 los nazis llegan al poder gracias a la gran cantidad de votos logrados en las elecciones. Apenas unas semanas después, se inaugura el campo de concentración de Dachau, a menos de 15 kilómetros de la capital de Baviera, Múnich. El objetivo era enviar a revolucionarios de izquierdas, alborotadores del órden público, presos políticos y criminales de diversa índole. Durante esas primeras semanas, se producen una serie de muertes dentro del campo, y el encargado de investigarlas no es otro que un joven fiscal llamado Josef Hartinger. Sus investigaciones posteriores y los análisis criminológicos y jurídicos que realizó sobre Dachau sirvieron de pruebas contra los nazis en los juicios de Núremberg de 1945. 

El ensayo de Ryback es interesante por varios motivos. El primero de todos, porque saca a la luz una historia apenas conocida, desarrollada con brillante pulso de cirujano, desplazando a un segundo plano la mano del historiador para dejar, gracias a las abundantes descripciones y notas que existen sobre el caso, a los propios autores de las mismas. Segundo, porque el autor de esta historia, Hartinger, era un germano conservador, católico y patriota que lucha contra los propios nazis desde el momento en el que llegan al poder. ¿Acaso si la historia hubiera estado escritra por algún comunista, o un judío, hubiera tenido menor validez? Desde luego que no, pero, los escasos testimonios que existen de gente que era sospechosa de ser ideológicamente afín a los nazis, pero que finalmente lucharon contra ellos, revelan que la historia no se pinta con blancos y negros, sino que existen grises de muchas tonalidades que enriquecen el pasado, y lo complican de igual manera. En este sentido, la historia de Hartinger y su persona recuerda bastante a la de Sebastian Haffner en "Historia de un alemán". Tercero, porque aun siendo un riguroso ensayo histórico, plagado de notas, sin dar un paso en el texto en balde, se hace sumamente ameno y ligero de leer. Como he mencionado arriba, la mano del historiador apenas se nota, dejando hablar a los protagonistas de la historia. La intención de Ryback recuerda bastante a la conseguida por otro gran historiador italiano, Carlo Ginzburg, en su famosa obra "El queso y los gusanos", no tanto en la forma como sí en el fondo y la idea de presentar la historia al lector. 

Hartinger nunca se consideró un héroe por lo que hizo. Se limitó (en eso sí era muy germano), a analizar e investigar los asesinatos que se produjeron en la primavera de 1933 en el campo de concentración de Dachau. Todos ellos eran presentados, en un primer momento, como suicidios o intentos de huida de los presos a los que los guardias de seguridad no les quedó más remedio que disparar desde la distancia para evitar la huida. El tesón de Hartinger y los análisis forenses demostraton que todos y cada uno de los asesinatos ocurridos en Dachau fueron ejecuciones planificadas y ordenadas por parte del cuerpo de prisión, compuesto de nazis. Hartinger trató de denunciar y ordenar el cierre de Dachau, pero los jueces y todo un organigrama de la sociedad alemana que se estaba metamorfoseando tras 1933, se lo impidieron. 

Ryback deja en suspenso la pregunta que rodea todo el libro, y que es: ¿qué hubiera pasado si más hombres como Josef Hartinger hubieran alzado la voz contra la tiranía y la injusticia? Nunca lo sabremos.

Antonio Sanz Egea