La ventana pintada

Opinión:

No me extraña nada que José Carlos Somoza llamara tantísimo la atención en sus comienzos si esta fue una de sus primeras novelas. "La ventana pintada", Premio Café Gijón 1998, su segunda novela después de "El silencio de Blanca" (Premio La Sonrisa Vertical 1996). Somoza seguiría cosechando éxitos y premios con "Dafne desvanecida" (finalista al Nadal 2000), "La caverna de las ideas" (Premio Dagger 2002 a la mejor novela de suspense en Inglaterra), "Clara y la penumbra" (Premio de novela Fernando Lara 2001 y premio Hammett a la mejor novela policiaca 2002). Finalmente tras otros premios por guiones radiofónicos o teatrales, ganaría el premio de Novela Ciudad de Torrevieja por "La llave del abismo", aunque entre las novelas favoritas de todos sus seguidores, entre los que me encuentro incluida, está "La dama número trece".
 
¿Qué tiene de especial esta novela? Bastante. Es Javier Verdaguer quien nos cuenta su historia a medias con una tercera persona (el narrador) que se ocupa de capítulos alternativos. Cuando habla él es una persona abierta, llena de curiosidad, obsesiva, con un interés desmedido por algo fantástico mientras que la vida real, esa en la que está casado y tiene un hijo con un pie prácticamente en la tumba, parece importarle poco o nada. La tercera persona nos habla de su relación con su esposa y sus hijos, su apatía, su enfermiza lejanía... demasiado pasivo para lo que le está sucediendo.
 
Él, por otro lado, habla con viveza, lleno de ánimo, muerto de curiosidad y con la energía suficiente para transmitir esa misma curiosidad al lector. ¡Quiere contarle algo y quiere que se estremezca como él!
 
Por eso, cuando finalizas la novela con un golpe brusco en su vida real, al leer su pasión y su felicidad por aquello que ha logrado conseguir (traspasar la ventana), resultan sobrecogedoras sus palabras y su alegría.
 
Traspasar la ventana es una forma simbólica que tienen los cinéfilos de expresar cómo su realidad cambia y se entremezcla con la ficción. Al final son las películas las que estarán vivas, y sólo unos cuantos los afortunados que podrán vivirlas. Contado así no parece decir mucho, pero lo importante de "La ventana pintada" no es lo que cuenta, si no la progresiva confusión e irrealidad en la que se va metiendo de lleno Javier Verdaguer. Al principio vemos algo de esto en otros cinéfilos que ya pasaron antes por esta obsesión enfermiza, pero es él quien más nos afectará porque conocemos su historia personal.
 
Por eso el final resulta escalofriante al tiempo que desolador.
 
Anika Lillo