La retornada

Opinión:

Esta es una de esas novelas que te hace pensar (¡y de qué modo!) en cómo no puedes dar nada por supuesto en tu vida. La protagonista llevaba una vida normal, con sus padres y sus amigos, sus vacaciones en la playa, sus compañeros de colegio, su habitación individual, su buena casa y sus clases particulares. Y, de repente, todo cambia. De pronto, es devuelta a su familia de origen, pobre y en la que las faltas de cariño son evidentes…. y de la que, por si fuera poco, no sabía nada hasta el momento. ¿Cómo adaptarse al cambio? Difícil. Eso seguro.

Esas emociones por el cambio y esas constantes preguntas sobre los porqués (por qué nadie le dijo que quienes creían sus padres eran, en realidad, sus tíos; por qué estos ya no la quieren con ella; por qué nadie le da respuestas; por qué ha de cargar con el sobrenombre de "la retornada", que tanto desprecia y que tanto la rebaja a ojos de los demás; por qué todo no puede volver a ser como siempre; por qué sus padres naturales son tan fríos; por qué ha de dormir con una hermana que se mea en la cama; por qué ese rechazo por parte de todos, de los viejos y de los nuevos padres, de sus compañeros, de su nuevo barrio, etc.) van tejiendo un texto que no resulta demasiado vehemente, en el que la autora marca distancia entre la protagonista y lo que cuenta, entre lo que siente y lo que transmite, entre el personaje y el lector.

De esta manera, el dramatismo de la historia recae más en el lector y su reconstrucción de lo que está ocurriendo que de la propia narración y disección de emociones por parte de esta retornada que ha de abrirse camino en un mundo que le es totalmente desconocido. Un mundo en el que tiene que abrirse hueco entre sus hermanos si quiere comer algo, en el que siente que no sabe hacer nada, en el que experimenta el deseo de su hermano mayor y en el que solo podrá empezar a desenvolverse gracias a la actitud protectora de su hermana Adriana, que se convertirá en su faro y sostén desde el primer momento.

La autora marca muy bien el contraste entre su nuevo hogar (pequeño, oscuro, lleno de gente pero falto de cariño en el que todos parecen luchar con todos por algo) y el antiguo (una casa confortable y limpia en el que todo el mundo tiene su lugar y en el que, ante todo, impera el cariño y el respeto) para hacernos pensar en las diferencias entre clases sociales y en cómo las circunstancias sociales y familiares influyen en nuestra forma de ser y de comportarnos.

De igual modo, también contrapone de una manera muy visual tanto las familias como los entornos en los que viven, de manera que el cambio se hace aún más difícil para la protagonista. Y en medio de tanta duda y tanto desarraigo, Adriana, su hermana pequeña, será quien le marque el camino, quien le explique las claves de su nueva vida y quien, a su vez, vea las posibilidades de un mundo ajeno para ella, pero lleno de promesas, que querrá conocer y  habitar.

Una novela, pues, que remueve los pilares vitales de la protagonista y, con ellos, los del propio lector, lanzado a preguntarse (con el estilo limpio y sin florituras de la autora) qué ocurriría si su mundo se desmoronase y todo aquello en lo que creía hubiese sido una mentira, un sueño dulce del que hay que despertarse a golpes.

Lidia Casado