La Primera República (Episodios Nacionales. Quinta serie, tomo 4)

Opinión:

Dijo con acierto Julio Anguita, prócer del comunismo hispano, que una buena forma de conocer una parte de la historia de España (y añadía que para no repetirla) es la lectura de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Es, sin duda, acertado este aserto al que añado yo que es, además, una forma amena de conocerla.

Un buen ejemplo de ello es esta "Primera República"; episodio de la cuarta serie en el que un tal Tito Liviano (obsérvese la sutileza del nombre), nos cuenta muchos de los avatares de esa época de la historia de España, al tiempo que nos podemos afanar con él en la búsqueda del amor imposible de una dama, a la que persigue de forma contumaz.

Y, para ser sincero, hay que reconocer que las diferencias entre la España de Emilio Castelar y Fransesc Pi y Margall, dos de los personajes más conocidos de aquella efímera Primera República, y la de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, dos de los más conocidos de esta monarquía designada, son más bien escasas. ¡Y han pasado más de 130 años señores!

En la mayor parte de los casos se vuelven a oír los mismos discursos, casi calcados de los de 1873, que ya entonces empujaban a los ciudadanos a sumarse a alguna de las facciones que pululaban por el solar patrio. Ya entonces sonaban las proclamas federalistas y, aún cantonalistas, con ánimo poco integrador. Y que nadie entienda (de hecho soy federalista) que con esto que hago una crítica negativa a la España de las llamadas autonomías, sino de aquellos que sólo quieren el autonomismo para satisfacer sus pretensiones personales, casi siempre alejadas de las del pueblo.

Los mismos políticos necios, discutiendo sobre cuestiones irrelevantes, incapaces de llegar a acuerdos sobre las cuestiones importantes. Peleas sobre el uso de los idiomas, la contribución fiscal, el gobierno de puertos y aeropuertos. Incluso llegan al extremo de ser incapaces de ponerse de acuerdo en cuestiones de política exterior. Ya ocurría, con las salvedades propias del tiempo y el avance tecnológico, en 1873; no es, lamentablemente, nada nuevo. Lo triste es que hoy no disponemos de un Galdós que sea capaz de resumir esa situación en manos de cien páginas y escribir una obra maestra.

Creo que Don Benito, a través del citado Liviano se interroga a lo largo de la obra por algo que hoy muchos querríamos ver definitivamente resuelta. ¿Qué tipo de estado queremos construir los españoles? En este sentido, hay casi al final del libro un magnífico discurso de una memorable Mariclío. La arenga sin duda brillante conclusión de la mente del autor, ya por sí sola merece la pena de ser leída.

Se detiene Galdós con especial interés en los acontecimientos de Cartagena. Como es sabido esa ciudad portuaria, se proclamó independiente sin esperar a que las Cortes aprobaran la constitución de tipo federal que estaban estudiando y debatiendo. El entusiasmo popular fue enorme como magistralmente cuenta Pérez Galdós y también, como es frecuente en la historia de España, el descontrol absoluto de las iniciativas, el desconcierto, la temeridad, la improvisación y la falta absoluta de sensatez, incluso allí donde hubo buena intención. Y todo esto propició el quebranto de la República, la vuelta de los Borbones y el atraso de España.

Así que, quienes hemos tenido ocasión afortunada de leer este episodio y otros no menos aleccionadores, no nos sorprendemos de los acontecimientos que hoy, en 2007, ocurren en este país, nación de naciones, estado autonómico o como quiera que se llame.

Txema