La decadencia de Nerón Golden

Opinión:

Siempre se ha creído que los momentos de crisis despiertan el ingenio de los artistas, y no cabe duda de que los recientes acontecimientos políticos que se viven en Estados Unidos (el ascenso del populismo y principio de la era Trump) están produciendo una edad dorada de la sátira social y la política-ficción. Salman Rushdie, cargado de intención, comienza su novela en el momento en que Obama entra en la Casablanca y la extiende hasta la carrera de Trump a la presidencia, aunque esta última se encuentre camuflada en un juego de identidades fingidas (Trump es nombrado como Joker, en referencia al personaje de Batman).

La novela ofrece ese realismo manchado por la fantasía de lo imposible que conocemos bien por obras anteriores de Rushdie, que juega a crear certeza e incertidumbre a partes iguales. Su título en inglés (que podríamos traducir por La casa dorada) retiene mejor ese aire de ligero realismo mágico que impregna la obra. El punto de arranque de la trama es la llegada de Nerón Golden y su familia a una urbanización de lujo en el Greenwich Village de Nueva York. Pronto sabremos que el fanfarrón progenitor y sus hijos proceden de la India, donde han abandonado un pasado nada claro ni limpio. René, que así se llama nuestro joven narrador, es un habitante de la misma urbanización privilegiada que decide vigilar los pasos de esta singular familia en la sospecha de que esconden mucho detrás de su robusta apariencia.

La novela es desde ese momento la narración de ese doble fondo que los Golden esconden, conduciéndonos a una desquiciante cadena de asesinatos, pues hay un momento en el que la novela vira hacia la peor versión de esta familia que ha adoptado nombres romanos para sustituir los verdaderos. Rushdie juega además a mostrarnos la realidad de la novela con gran variedad textual. Apoyándose en el hecho de que el narrador es un aspirante a cineasta, el autor reproduce extractos de un guión que René supuestamente ha generado basándose en sus vidas, además de monólogos, discursos y otras formas textuales para formar una novela que engloba discursos literarios diversos.

Aunque la novela se puede disfrutar a ciertos niveles, especialmente en cuanto a la técnica narrativa de Rushdie y su capacidad para mantener una voz propia, no oculto que "La decadencia de Nerón Golden" también tiene sus debilidades. Existe el problema de mantener el interés del lector, provocado por el hecho de que su narrador quizá no sea lo suficientemente consistente. Ya otros críticos han señalado que la representación de las mujeres en la novela roza la cosificación o al menos el tópico, si no queremos llegar tan lejos. Para no destripar detalles próximos al final, me limitaré a señalar que además hay resoluciones y conclusiones que solamente pueden entenderse recurriendo a esa trampa de la ficción que se suele denominar  "sacar un conejo de una chistera", demasiado fáciles y convenientes para dirigir la novela hacia donde se quiere. Lo mejor de la obra es el dibujo de  cada uno de los hermanos: Petya, difícil y reservado; Apu, artista y talentoso; D, ambiguo en lo sexual y social. Cada uno de ellos está bien labrado y se comporta de una manera curiosa, interesante, original.

La traducción, aunque afinada y de buena sintaxis, está sin embargo lastrada por feos "loísmos". A pesar de su dilatadísima producción y de la calidad de su trabajo hasta la fecha, en España el nombre de Salman Rushdie está aún excesivamente asociado a aquel autor perseguido por el integrismo tras la publicación de "Los versos satánicos". La publicación de "La decadencia de Nerón Golden" es una nueva oportunidad de descubrir que el escritor británico es mucho más que eso.

Rafael Ruiz Pleguezuelos