La ciudad de los hombres santos (Los buscadores, 3)

Opinión:

Por fin llegamos al final de la trilogía, pero no creáis que es un final cualquiera. El autor ha mantenido el estilo que ha caracterizado a los dos volúmenes anteriores, creando tensión e intriga desde el comienzo de la historia, aunando historia con leyendas y grandes dosis de misterio.

Además no sólo abre una trama realmente fascinante por ese misterio que rodea a las ciudades perdidas y ocultas con sus tesoros, leyendas y maldiciones, que termina perfectamente sino que concluye el resto de las subtramas de forma magistral.

Es increíble como maneja el don de la escritura y consigue unir todo aquello que nos traía de cabeza de los anteriores libros pensando en cuál sería el resultado final, que en algunos casos es completamente inesperado y en otros, menos mal, se cumplen las hipótesis del lector.

Como viene siendo habitual nos encontraremos con innumerables sospechosos y dudaremos de cada uno de los protagonistas.

Serán otros miembros de los buscadores lo que ayuden a a Tirso a coprotagonizar el libro, además de asistir a un romance esperado.

Los datos ofrecidos por el autor acerca de estos monjes que huyeron llevándose gran parte de los tesoros del reino así como la fundación de la ciudad fantasma son presentados de forma atractiva y creando un halo de misterio que redunda en la trama. Como dice el propio autor en cada uno de los volúmenes de la trilogía: unos datos son reales, otros mera ficción; que sean los lectores los que decidan por sí mismos. Una forma de obligar al lector a realizar su propia investigación para averiguar cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en todo lo que se cuenta.

Un final de trilogía trepidante y abrumador en la que el lector podrá participar participando de los diversos enigmas y pistas que se plantean.

Una historia de la que disfrutarán los amantes de las aventuras, la intriga y la acción y que sirve como colofón para la trilogía de Los buscadores, aunque tal vez muchos sientan una pequeña decepción al saber que las aventuras de estos muchachos han tocado a su fin. Aunque quién sabe.

Mila L. Castelo